viernes, 25 de julio de 2014

SOBRE EL NOMBRE DE LA CIUDAD IBÉRICA Y ROMANA DE VILLAJOYOSA Y LA UBICACIÓN DEL TOPÓNIMO ALONÍS/ALONAI/ALLON. 3ª PARTE




3ª PARTE

LVCENTVM XXV, 2006

SOBRE EL NOMBRE DE LA CIUDAD IBÉRICA Y ROMANA DE VILLAJOYOSA Y LA UBICACIÓN DEL TOPÓNIMO ALONÍS/ALONAI/ALLON
Antonio Espinosa Ruiz
Área Municipal de Arqueología, Etnografía y Museos de Villajoyosa
Área de Arqueología, Universidad de Alicante

En la primera parte de este artículo, el autor presenta un resumen del mismo, revisando la argumentación que en su día realizó en su Tesis doctoral.



En Valcárcel encontramos, por primera vez, un interés decidido por aquello que llamamos cultura material, y que, a partir de entonces, dará una nueva luz a los testimonios literarios.
De hecho, puede considerársele el primer arqueólogo valenciano. Fue este autor quien realizó las primeras excavaciones arqueológicas de que tenemos constancia en la comarca. A partir de la vaga referencia que aparece en el texto publicado en 1852, podemos suponer que se desarrollaron (como apuntamos en nuestra Tesis doctoral) en la necrópolis de la partida de Torres: «...entre  Cabo Martín y Villajoyosa, en el sitio de las ruinas que se hallan á poco más de un cuarto de esta última villa, caminando á Denia sobre una pequeña eminencia, 300 pasos distante del mar, la cual paulatinamente se suaviza hasta quedar en llano». Sabemos que «...encontró enteros dos sepulcros con las urnas cinerarias, un vaso lacrimatorio y dos medallas de Alejandro Severo colocadas en una pequeña vasija de barro saguntino.
Por último manifiesta que los caseríos inmediatos están construidos con piedras conocidamente de fábrica romana, y que se reconoce con bastante claridad los cimientos y recinto de la antigua población» (Valcárcel, 1852 –1979–, 99). En este paraje propuso el autor la situación de las ruinas de una ciudad que identificaba con una tal Idera, lectura incorrecta de un texto de Avieno, que menciona en realidad Ilerda (Ora Maritima, v. 475).
Durante el s. XIX no encontramos aportaciones sustanciales al conocimiento de la Arqueología romana de Villajoyosa. Ello se inscribe en un contexto general de estancamiento de la investigación sobre la Antigüedad en la provincia, con algunas excepciones que no nos interesan aquí (Abad Casal, 1990, 130). La controversia sobre el nombre antiguo de la ciudad romana –cuya existencia y localización en el término de Villajoyosa se daban ya por supuestas– se ceñía, por una parte, básicamente a los partidarios de Honosca, y por otra a los que se inclinaban por Idera. Sin embargo, ahora se comenzó a contemplar otra posibilidad, anteriormente planteada por A. de Valcárcel, quien posteriormente la rechazó (1852 –1979–, 98-99): la identificación con Alonís/Allon, defendida más tarde por Aureliano Fernández Guerra y Orbe (1816-1894) en un discurso leído en la Real Academia de la Historia (Montaner y Simón 1897, 590-591). Igualmente C. Müller (1883), en su edición de la Geografía de Claudio Ptolomeo, ya propuso la identificación de la Alonai que menciona este tratado con Villajoyosa.
También en esta centuria, la bibliografía comienza a hacerse eco de la importancia arqueológica del área en la que actualmente se asienta la ciudad de Villajoyosa: «Innumerables son los objetos encontrados que demuestran su remota antigüedad y la importancia de su población; en sus alrededores, en una extensión de 3 kms., raro es el día que no se tropiece con algo: monedas, ánforas, estatuas, trozos de columna y toda clase de objetos de cerámica y de vidrio y restos de mosaico (...). En 1896 se encontraron en un campo cercano a la población varios objetos, entre ellos seis pintados, que conserva D. Francisco M. Martínez...» (Montaner y Simón, 1897, 591).
Como hemos visto, la mayor parte de las teorías tradicionales sobre el nombre de la ciudad antigua de Villajoyosa se basaba en argumentos puramente filológicos, que buscaban una raíz clásica para el nombre actual. Estos argumentos se desvanecen cuando consideramos el hecho de que el nombre de Villajoyosa es del más puro origen romance, y que no es anterior a su creación en torno al año 1300 (Cabanes et alii, 1981, 378-379; Espinosa, 1995a, 24-25). Su significado en catalán antiguo es ‘ciudad alegre’, un nombre adecuado, atractivo, para una vila nova enclavada en la vanguardia del Reino de Valencia, rodeada de enclaves moriscos y que necesitaba urgentemente ser repoblada.
Otros autores han planteado, más recientemente, la identificación de Alonís, Alonai y Allon con Villajoyosa, sin llegar desarrollar una argumentación in extenso: así J. M. Roldán (1975) o M. A. Rabanal (1985, 366), quien opina que son probables dos zonas concretas: Benidorm- Villajoyosa y Alicante-Santa Pola, aunque en otros párrafos parece decantarse más bien por la primera posibilidad (ibíd., 355), e incluso específicamente por Villajoyosa (ibíd., 364). Varios autores propusieron también la reducción de estos topónimos a Benidorm y su isla; esta teoría se revitalizó con las excavaciones en el poblado ibérico del Tossal de la Cala  por J. Belda en los años cuarenta y por Tarradell y Ramos en los años cincuenta (cf. Espinosa, 1996).


2.- El municipium romano de Villajoyosa



La idea de la existencia de una ciudad romana en Villajoyosa la encontramos ya, como hemos visto, en eruditos renacentistas, pero su identificación con un municipium corresponde a A. García Montalbán (1984) y a R. Wiegels (1985, 145-146), basándose en el pedestal dedicado a Q. Manlio Celsino, en el que encontramos el único ejemplo de la tribu Quirina en la provincia de Alicante, y uno de los escasísimos atestiguados en la vertiente mediterránea peninsular. Este dato reafirma la idea de que la ciudad romana de Villajoyosa alcanzó el rango municipal en época Flavia, como consecuencia del Edicto de Vespasiano, quien otorgó el ius Latii a las ciudades que reunían las condiciones necesarias hacia 73/74 d.C. (vid. Abascal y Espinosa 1989, 43; Abascal, 1996, 279; Cebrián, 2000, 54). Hay pocas dudas sobre la interpretación de R. Wiegels, porque la Quirina es la única de las 35 tribus romanas en la que inscribieron los Flavios a los nuevos ciudadanos hispanos (McElderry 1918, 78; Montenegro, 1975; Abascal y Espinosa, 1989, 74; Wiegels, 1985, 5).
La primera referencia nos la da B. Ribelles (1808, 573), según el cual la inscripción apareció en 1688, y Bayer la vio el 17 de abril de 1782 partida ya en dos fragmentos, en los dos ángulos del corral del Molí de Llinares en el que se conservó hasta su donación en 1978 al Museo de Villajoyosa. Valcárcel (1852 –1979–, 100, nn. 334 y 337) afirma que su hallazgo se produjo «a media legua de la villa caminando a Denia, en casa de Pedro Linares», donde él mismo pudo observar su mitad superior (ya con la cuarta línea desaparecida), sin asociarla a la inferior, a comienzos del siglo XIX. La indicación topográfica del hallazgo podría sugerir la partida de Torres, pero sin duda se trata de un error de Valcárcel: el Molí de Llinares no se encuentra camino de Denia, hacia el E, sino de Orcheta, hacia el N, y sabemos que los dos fragmentos se encontraban ya en aquel lugar hacia 1760, según G. Mayans y otras fuentes (vid. Corell, 1999, 183).

No parece lógico, a juzgar por la distribución del poblamiento romano, que este pedestal se encontrase originalmente en el molino de Llinares, ni siquiera en la cercana villa de Xauxelles, 500 m al sur. Nos queda, pues, la incógnita de su lugar de hallazgo, que habría arrojado sin duda alguna luz sobre la ubicación del foro de la ciudad romana.
 



Las fotografías adjuntas son:
1ª- Piedra con inscripción de la antigua ciudad romana de Allon que actualmente forma parte del muro exterior de la capilla de Santa Marta.
2ª- Cantera romana de Allon de la que se extrajeron los sillares para la construcción de las termas públicas.
3ª- Restos cerámicos de lo que en su día fueron utensilios de los canteros y esclavos que trabajaron en la cantera romana de Allon.
4ª- Legionarios romanos acampados.





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