domingo, 31 de diciembre de 2017

La fascinante Barbera dels Aragonés

Después de 14 relatos exponiendo algunos de los “extraños” sucesos ocurridos en la finca de La Barbera, deseo terminar este ciclo, compartiendo las alusiones de significativas personas respecto al escenario donde se produjeron.

                                     La mansión de La Barbera dels Aragonés

 En el catálogo de La Barbera dels Aragonés Casa Museu, la Subdirectora General de Promoción de Bellas Artes (Ministerio de Cultura), Begoña Torres González, en su artículo: “La realidad compleja de las casas museo”, dice:
─Sin embargo, debemos tener en cuenta que la prioridad de las casas museo no se basa únicamente en la reproducción fidedigna de un determinado ambiente…Es por ello que aúnan dos mundos que es preciso conciliar. Por una parte, son lugares íntimos en los que, todavía hoy, se respira la presencia de las personas que los habitaron…

                                         Catálogo La Barbera dels Aragonés

En ese mismo catálogo, Antonio Espinosa Ruíz, María Jesús Marí Molina y Carmina Bonmatí Lledó en “La Trascendencia Cultural de La Barbera dels Aragonés”, escriben:
─La Barbera es un espejo de esta época tan fascinante, en el que se refleja casi todo: la vida cotidiana, la política, la religión, las ideologías, el ámbito familiar, las modas, los avances tecnológicos, el arte…
Es posible, solo ella lo sabe, que la Subdirectora General de Promoción de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, respirara allí esa presencia que otros hemos absorbido en multitud de ocasiones. Es posible. Yo estoy seguro que ella sintió en su propia alma, la presencia de los seres de otro mundo, que en otras épocas lo fueron de éste, y que tal como afirma en su artículo, se entremezclan los dos.

                Fachada de La Barbera antes de su reabilitación. Catálogo de Vilamuseu

Del mismo modo, Antonio, María Jesús y Carmina, manifiestan que todo lo que acontece y se vivió en La Barbera, continúa reflejándose.
Unos se fascinan cuando actualmente visitan las diferentes estancias de la mansión y solo ven su ornamentación y realce. Otros además de ver ese atavío, también ven reflejadas en ese espejo, a las personas que en su momento moraron, que un día nacieron, vivieron y murieron en esa emblemática casa. Ellas permanecen viviendo en la burbuja, cautivas en el tiempo, perdurando en su propio mundo.

                 Sala de la bola espejo con la silla y mesa protagonistas del relato XIV

Ahora, Pepica, que dejó este mundo para pasar al otro, ha traspasado la membrana de la burbuja para continuar en su casa, en su Barbera. Y al igual que en la fotografía de principios del siglo XX, se puede apreciar a alguien asomándose por el balcón principal de la mansión, en la soledad de las tardes en que el recinto de la finca está cerrado al público, haciendo un esfuerzo visual, se puede distinguir detrás de los cristales del mismo balcón a Pepica, mirando y a la vez disfrutando eternamente de los arbustos y las flores que ella misma plantó frente a la casa.

                    La Barbera dels Aragonés. Fotografía de principios del siglo XX

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jueves, 21 de diciembre de 2017

Los entes de la burbuja

XIV relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

En el año 2001 comenzó un proyecto que finalizó en mayo del 2005 con la inauguración del nuevo edificio de La Barbera y el 3 de septiembre de 2009, La Barbera dels Aragonés fue declarada oficialmente, Museo de la Comunidad Valenciana.
            Todo ha quedado precioso, el lugar es encantador y hermoso, lo que se hizo con la casona fue un trabajo brillante, pero…
            Si rehabilitar algo es habilitarlo de nuevo o restituirlo a su antiguo estado y restaurar quiere decir reparar, renovar o poner algo en el estado que antes tenía, está claro que la casa de La Barbera no se ha rehabilitado ni restaurado. Considero que de haberlo hecho así, sus estancias deberían de seguir siendo lo que anteriormente eran: lugares tenebrosos con zonas enigmáticas, una casa de ambiente misterioso donde uno se sentía observado, con entornos oscuros. Una casa impregnada de un carácter dominante y lóbrego.

                                                             Despacho de Don Pedro en la habitación de la bola espejo

Evidentemente, la mansión de La Barbera ha sido reformada, modificada, sin duda con la intención de mejorarla y a la vista está que lo consiguieron.
Después de la reforma, pensé, que los “seres” o “entidades” que de alguna u otra forma se manifestaban, ya no lo volverían a hacer. El ambiente ya no era el mismo y, por lo tanto, la membrana de la burbuja del mundo paralelo, no se iba a romper más en ese lugar.

                                                  Postal de La Barbera de principios del siglo XX

¡Me equivoqué! He tardado 17 años en saberlo.
Un día del mes de marzo de este año dos mil diecisiete, el becario de Vilamuseu, Ferrán Díaz, acompañó a un grupo de visitantes valencianos a La Barbera, enseñándoles las estancias de la finca y proporcionando todas las explicaciones que requerían en cada momento y lugar.
Una parada obligada en la casa es la estancia de las fotografías, donde se explica y se da a conocer a los visitantes, quiénes fueron las personas de cada una de las fotos.

                                                    Una de las habitaciones nobles de La Barbera

Cuando hubo terminado la visita, antes de despedirse, un joven del grupo se acercó y preguntó a Ferrán:
─En esta casa han pasado cosas raras, verdad.
El becario se sorprendió al oír la pregunta, ya que conoce algunos de los casos antes expuestos, y respondió con otra:
─Porqué lo dice.
─Cuando el grupo estaba en la sala de la bola espejo, ─continuó el visitante─ Don Pedro, con vestido oscuro, en todo momento estuvo junto a ti, sentado en la silla de la mesa despacho que allí hay, tenía la mirada perdida, y cuando nos retirábamos del lugar, desapareció.

                                                Doña Cayetana falleció en 1895 a los 41 años de edad

En ese momento, Ferrán, se acordó de esas “raras historias” que, sobre La Barbera, en algún momento le contó Paco “el voluntario cultural”. Y con una sonrisa, respondió al visitante:
─Sí, algunas cosas han pasado en esta mansión. Y le agradezco que lo haya compartido conmigo.
─Para estos casos tengo una sensibilidad especial. ─dijo el joven─ He tenido ese tipo de experiencias en varias ocasiones, sobre todo en el cementerio de Picanya.
Desde que se hizo la reforma, he creído que ésta había influido en el escenario y desde entonces no era propicio a la manifestación de casos paranormales. Pero desde que Ferrán me contó el suceso del salón de la bola espejo, pienso que he estado equivocado.

                                                                            La bola espejo

Si en alguna ocasión vais de visita a La Barbera, tened la certeza de que os están observando. Aunque miréis en cualquier dirección o rincón de las estancias, es muy posible que no veáis a nadie, o tal vez sí. Pero seguro que en algún momento sentiréis algo raro en vuestro cuerpo o vuestra mente. No preocuparos, porque, aunque “ellos” están ahí, están en su mundo, y salvo en muy contadas ocasiones, no les interesa el nuestro.

                                                                       ghosts. pogoevents

Esa burbuja de fina película, en cuyo interior “viven” algunos entes que en cierto tiempo fueron miembros de la saga Aragonés, permanece en La Barbera y así seguirá mientras ésta exista. Y, sin saberlo o no, desde su posición en el espacio, continuarán traspasando la delicada membrana que les separa de nuestro mundo.

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jueves, 14 de diciembre de 2017

Psicofonías en La Barbera.

XIII relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

Los relatos anteriormente expuestos, podrían parecer relatos novelescos, pero no lo son. No son una serie de historias inventadas, ni cuentos para impresionar. Son hechos que algunas personas entre las que me encuentro, hemos vivido. Todo lo contado, fueron experiencias reales.
En el año 2008, un equipo del SEIP (Sociedad Española de Investigaciones Para-psicológicas), estuvo investigando en la mansión de La Barbera. Fue una cálida noche la que eligieron, e instalaron una serie de aparatos por la casi totalidad de la zona noble del primer piso.

       La puerta junto a las fotografías da acceso a la sala utilizada para el control de grabación.

Sensores de movimiento, termómetros, micrófonos ultrasensibles, monitores de vídeo, cámaras de grabación, detectores de energías, ordenadores con los últimos programas sobre psicofonías, etc. Todo un despliegue de materiales y de gente profesional se dio cita en la casa para captar la señal que indicara la presencia de alguna rara o extraña energía.

                                      Fenómenos poltergeist. Pedro Amorós

Eran tres miembros del SEIP (Pedro Amorós y dos colaboradores suyos) y ocho o nueve personas más entre autoridades, funcionarios y personajes allegados, mi hijo y yo tuvimos la suerte de encontrarnos allí. En una de las habitaciones se montó el control de todo, y allí mismo se levantó un acta con las identidades de todos los que estábamos presentes.
Para evitar en lo posible la filtración de ruidos externos en las grabaciones, demoraron el comienzo hasta la una de la madrugada.

                       La peligrosidad que encierran las psicofonías. Pedro Amorós

Las alarmas de los sensores de movimiento saltaron en multitud de ocasiones, sobre todo una colocada en la habitación que fue de Don Pedro. Un termómetro instalado en la misma estancia, en un par de ocasiones, bajó cuatro grados en menos de un minuto. Sensores de energía que emitían pitidos cuando los acercaban a cualquier persona, pitaban cuando eran colocados en algunas puertas o en algún sector de las paredes. Se analizaron campos electromagnéticos y se hicieron fotografías, captando nebulosas en varias de ellas.

                              Habitación de La Barbera donde murió Don Pedro

Se hicieron varias grabaciones de tres minutos de duración, con un silencio sepulcral y en tres aparatos distintos. En alguna de ellas se grabaron palabras que los técnicos distinguieron y entendieron de inmediato como “gentuza” o “els xiquets” (los niños), los demás lo oímos, pero nos costó un poco más entenderlas.
El momento de máxima actividad, reflejada en todos los aparatos allí expuestos, fue el período entre la una y media y las dos. A partir de ahí fueron decreciendo hasta prácticamente desaparecer.

                                      laeradelaconcienciablog.wordpress.com

Todos los presentes fuimos testigos de todo cuanto allí sucedió y los técnicos del SEIP, al momento, nos enseñaban y explicaban cualquier incidencia o acontecimiento que se producía.

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martes, 5 de diciembre de 2017

Un halo en forma de figura humana

XII relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

Los sucesos del siguiente relato no ocurrieron en la finca La Barbera, pero sucedieron en una de las fincas que los Aragonés poseían. Estoy convencido de que los entes de La Barbera, no solo permanecen conviviendo en la mansión familiar, también en otras fincas o masías que poseían, por lo tanto, creo que necesariamente tuvieron mucho que ver en ellos.
Una calurosa tarde del verano del año 1998, me encontraba con la familia en La Barbera junto a Pepica. Hacíamos lo posible para huir del sofocante calor estival e intentábamos conseguirlo a la sombra del porche que había delante de la puerta de entrada a su hogar y del portón de entrada a las caballerizas, rodeados de las numerosas macetas con sus verdes y refrescantes plantas que ella siempre mantuvo lozanas.

                                          supernatural.wikia.com

A punto de consumirse el día, llegó mi primogénito (recién cumplidos los 24 años) y se unió al grupo. En un momento dado, no sé por qué, la tertulia estaba disertando sobre las “cosas raras” que le pasaban al abuelo (el esposo de Pepica) en la habitación.
Mi hijo prestaba atención a lo que allí se comentaba, pero en ningún momento intervino. Pasó más de una hora y de repente se me acercó y me dijo:
─Papa, ¿me puedes acompañar? Necesito que vengas conmigo porque tengo ver una cosa y quiero que me acompañes.
─Ahora volvemos. ─Dije─
Salimos del recinto vallado de la finca, por la puerta de malla metálica de la calle Andalucía y me condujo a la terraza de un bar próximo.

                                Pensamientos Al Anochecer - blogger

Yo estaba extrañado por su raro comportamiento y le dije:
 ─ ¿Qué pasa?
─No pasa nada, solo que necesito hablar a solas contigo y aquí, tomando un refresco, lo podemos hacer tranquilamente.
Nos sentamos frente a un buen vaso de granizado de limón.
 ─Tú dirás.
─Mira papa, lo que voy a relatarte no se lo he contado a nadie. Me sucedió hará unos cinco años y desde entonces he querido decírtelo, pero no me he atrevido por si te burlabas de mí, y después de oír lo que estabais comentando sobre las cosas que pasan en La Barbera, creo que ha llegado el momento de sacar “eso” que llevo dentro y que, durante tanto tiempo, en algunas ocasiones, me intranquiliza.

                            Casa de la finca “El Murtet” en el año 1993

─Fue durante una calurosa noche de verano. La luna, totalmente llena en un despejado cielo, iluminaba todo con una claridad que parecía de día. Estaba con mi tía y de pronto me dijo:
─ ¿Me acompañas a ver la piedra que hay delante de la casa del Murtet?
─ ¿A estas horas?  ¡Si es más de medianoche!
─Si. Hace una noche estupenda para ello y además se ve todo claramente. A estas horas nadie nos molestará.
─Bueno, vamos.
─En su automóvil nos trasladamos a la finca El Murtet, aunque tuvimos que dejar el coche a unos doscientos metros de la casa, porque el camino estaba muy mal y se hacía peligroso pasar con el vehículo.
─La visión era muy buena y al llegar delante de la fachada de la casa nos pusimos a buscar “la piedra”. Ella se fue unos metros por delante, alrededor de la palmera, y yo me quedé cerca de la casa, próximo a la puerta.

                            Preparando el campo de golf en el Murtet

─Llevábamos buscando unos diez minutos, cuando algo me hizo volver la cabeza hacia una esquina de la casa.
─Vi la piedra. Pero también estaba viendo cómo de ella salía una especie de humo o halo o no sé qué. Me quedé paralizado. No sabía qué hacer. De pronto, con una vocecita que apenas salía de mi garganta, dije:
─ ¡Reyes! ¡Reyes!
─Reyes, (la tía), estaba a unos treinta metros de mí, entre la palmera y una gran balsa que por allí había y sin volverse me contestó:
─ ¿Qué quieres?
─Reyes ¡mira! ¡mira!
─Aquella especie de humo que surgía de la piedra, estaba formando la figura de una persona, parecía una holografía.
─Cuando Reyes se volvió y vio aquello, exclamó: ¡¡Madre mía!!

                                        xn--elniodelasluces-1qb.es

─Sin decir nada más, empezó a correr hacia el coche, saltando de un bancal a otro. Yo al verla hice lo mismo.
─Arrancó el automóvil y a toda velocidad llegamos a La Vila. Durante el trayecto, ni nos hablamos ni nos miramos. Cuando me dejó frente a la puerta de casa, aún seguía temblando y le dije:
─ ¿Has visto lo mismo que yo?  
─Creo que sí. ─me contestó─ Pero no lo cuentes a nadie porque nos tomarán por locos.
─Así lo he hecho hasta ahora y creo que ella tampoco lo ha comentado, porque de ser así, seguro que la yaya lo sabría.
Unas semanas después coincidí con mi cuñada y le pedí que me contara lo sucedido esa noche en El Murtet.
¡Me contó exactamente lo mismo!
Creo que después de esa noche ninguno de los dos ha vuelto por allí.

             Campo de golf donde estaba la casa en la que ocurrieron los hechos. 
                                              La palmera es la misma

Nunca he sabido qué significa “la piedra”, pero el motivo de ir a esa finca a buscarla es porque la señora Dª Antonia, encontrándose postrada en su cama los días anteriores a su fallecimiento, tuvo momentos de inconsciencia y otros de lucidez. En muchos de esos momentos lúcidos, hizo mención a varias cosas que las personas que estaban continuamente acompañándola saben.
A su mente volvieron recuerdos del pasado, del ajuar que su mamá le había ido reuniendo desde su tierna juventud, y como si una bombillita se hubiera encendido momentáneamente en su memoria, recordó con claridad el lugar donde fue escondido en abril de 1936 al empezar la guerra civil española. De “la piedra”, no pudo más que evocar con insistencia y reiteración eso:
─ ¡La piedra! ¡La piedra!
 Sin que su aparente lucidez diera más claridad al asunto.

                    Mojón que señala el linde entre Villajoyosa y Finestrat

La finca “El Murtet” era propiedad de Los Aragonés y junto a la finca L’Almiserá formaban un conjunto, solo que la primera está en término de Finestrat y la segunda en el de Villajoyosa. Las dos tenían (L’Almiserá aún la tiene, aunque en total ruina) la casa o mansión en la que vivían continuamente los encargados o capataces y algún que otro trabajador de la finca y las dos disponían de estancias exclusivas para los señores. Dista unos cinco o seis Km. de Villajoyosa y unos dos de Finestrat. La casa aludida y todo su alrededor, fue eliminado para construir un campo de golf. En uno de los lados de la fachada había una gran piedra, como un sillar adosado al muro, que servía de banco o asiento para descansar.

                 Masía de L'Almiserà cuando ocurrieron los hechos en 1993

También en La Barbera existían, y aún existen, grandes piedras que sirvieron como lugares de descanso. A ambos lados de la puerta principal aún se conservan dos grandes bloques calcáreos semicirculares y a unos ocho o diez metros de donde actualmente está el ficus había un gran bloque de granito semi enterrado.
En la entrada a la masía de L’Almiserá, eran dos las piedras más significativas. Una, incrustada en la pared, que conmemoraba el año del cólera (1834), y la otra, formando uno de los escalones de acceso a la casa, con el nombre del miembro de la familia Aragonés y el año que al parecer se reformó el inmueble de la hacienda (1901). La piedra conmemorativa de la epidemia, la debió colocar Don Pedro Aragonés Bolufer, nacido en 1813, que fue Diputado en las Cortes Españolas en la legislatura 1854-1856. El escalón fue colocado por Don Cayetano Aragonés Aragonés, hijo del anterior y padre de los últimos miembros de la saga.

            Piedra junto al portal, alusiva a la epidemia del cólera del año 1834

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lunes, 27 de noviembre de 2017

¿Qué o quién impedía la grabación?

XI relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

Allá por el año 1995, comenté a mis compañeros de trabajo algo de lo que sucedía en esa mansión. Uno de ellos me dijo que tenía dos amigas que hacían un programa de radio sobre estos temas en una localidad albaceteña. Se puso en contacto con ellas y le dijeron que grabara algo y que le mandara la cinta (de audio).
Mi compañero me dejó una grabadora y yo compré una cinta virgen de casette en la que se podía grabar un tiempo, de más o menos media hora, en cada cara y unas pilas o baterías nuevas.

                                         Antigua grabadora Philips N2202

Una noche, sobre las diez, me presenté en la casa y le expliqué a Pepica lo que quería hacer con la grabadora. Le pareció bien.
Pasé desde la vivienda de Pepica a la parte noble, y con cierto desasosiego recorrí los siete u ocho metros a oscuras hasta el interruptor de la luz. De allí pasé a la habitación de la biblioteca con el fin de dejar en ese lugar el aparato conectado.
 Apreté el botón correspondiente. Lo intenté varias veces, pero no hubo forma de que quedara enganchado.
Volví disgustado a la zona donde vivía Pepica, en la que se encontraba, además de ella, su hija menor, mi mujer y uno de mis hijos.
─ ¿Qué te pasa? ─Preguntó mi mujer─
 ─Pues que esto no funciona. Le aprieto aquí y no se queda sujeto.
 Al mismo tiempo presioné el botón y con sorpresa vi que se quedó enganchado y por lo tanto grabando. Le di al de parar y funcionó, le volví a dar al de grabar y funcionó.
─Perfecto, no sé qué le pasaba, pero ya funciona.

                                    Estancias de la zona noble de La Barbera

Regresé a la biblioteca y presioné la tecla de grabar. Nada, no había forma de que se quedara conectada.
Vuelta a casa de Pepica. Enfadado y soltando algún que otro improperio, les dije:
 ─No hay manera, esto no funciona.
Volví a presionar y… ¡se quedó enganchado!
Mi mujer me dijo:
─Déjalo así, no lo pares y colócalo donde querías.
¡Claro! ¡Seré zoquete! Con la grabadora funcionando me encaminé a la parte noble de la mansión, pero cuando mi pie pisó esa parte de la casa ¡plas! La tecla saltó.
─ ¿Qué está ocurriendo?
Con parte de mi cuerpo en la zona noble, la tecla saltaba, pero cuando daba un paso atrás y el aparato se encontraba en la zona de servidumbre, funcionaba. Lo comprobé varias veces y así era.

                                            La dama marrón. El pensante

─Tengo que intentarlo. ─les dije─
 Recorrí con el utensilio todos los espacios y rincones de la parte señorial, presionaba y saltaba, presionaba y saltaba.
Estaba harto e iba a desistir, cuando miré la cancela de la escalera y decidí probar en la parte interior, pasando el artefacto a través de los barrotes.
¡Por fin! La grabadora estaba funcionando en el descansillo de la escalera detrás de la reja y ahí se quedó. Ella misma se desconectaría al grabarse la totalidad de la cara.
Al día siguiente, sobre el mediodía, sonó el teléfono de mi casa. Era mi cuñada que con voz alterada me decía repetitivamente:
 ─Ven para acá que la grabadora sigue grabando.
No pude reaccionar. No me acordaba que la noche anterior había dejado la máquina funcionando, pero lo que oía no tenía sentido ya que habían pasado más de doce horas.

                              puerta-escalera-800x800. Mauro García de Pablos

Me desplacé a La Barbera y claramente vi que los rodillos de la cinta estaban girando, pero algo tenía que haber pasado porque eso era imposible. Alguien tenía que haber manipulado el artefacto.
Allí estaban Pepica y su tercera hija asegurándome que ellas no habían tocado nada, que tampoco se acordaban que la grabadora estaba allí y al entrar en esa parte de la casa cayeron en la cuenta, y además se percataron de que seguía funcionando, por lo que me telefonearon para comunicármelo.
Si hubiera estado mi cuñada sola, no me habría creído nada. Pero de Pepica no dudaba, durante los 24 años que llevaba tratándola y conociéndola, jamás le había oído una mentira ni un mal gesto. Hoy, que lleva más de cuatro años en el otro mundo y después de haber formado parte de mi familia durante 42, justo es decir que, a pesar de su pequeña estatura, fue una verdadera gran mujer, buena persona, honesta, sincera y recta. La echo de menos.

                                                architectureimg.com

Después de coger la grabadora y pasar a casa de Pepica, rebobiné la cinta hasta su inicio y nos pusimos a escuchar lo que podría haberse grabado.
Lo que yo oí fueron pasos bajando o subiendo por las escaleras, algún portazo, y el sonido metálico al abrir o cerrarse la cancela, pero claro, en la imaginación de cada uno se puede oír o percibir lo que se quiera. Pero cuando llevábamos escuchados unos 12 minutos de cinta, se oyeron muy claro las voces de mi cuñada diciendo:
─Mira la cinta, aún está grabando. Eso es imposible, llama a Paco porque no se lo va a creer.
 Y la de Pepica:
─No puede ser, eso es muy raro.
 Después, los sonidos de mi llegada a recoger el aparato.
Esa cinta la pudieron oír varias personas, entre ellas algunos compañeros de trabajo, pero incomprensiblemente desapareció, no sé ni cómo, ni cuándo, ni porqué, pero desapareció.


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viernes, 17 de noviembre de 2017

El lamento angustiado de un niño

X relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

Verano del año 1995.
Al igual que otros años, había plantado unas hortalizas en el huerto interior de la finca, entre el pasillo de los cenadores y la fila de cipreses cerca de la gran araucaria.
            Una tarde, me estaba entreteniendo con las plantas de tomateras. De pronto, oí la voz de un niño.
─Mama, mama.
Volví bruscamente la cabeza para mirar hacia el lugar donde provenían esos gritos. Dirigí la mirada hacia la balsa que estaba pegada al muro de la calle, paralela a las vías del tranvía.

                                                                         La Barbera

            La balsa (hoy desaparecida), tenía unos diez metros a lo largo del muro, unos cuatro de ancho por dos de altura, con unos escalones pegados a ella que permitían el acceso desde el exterior hasta su base interior.
            No vi a nadie.
            Pasó un rato y la misma voz volvió a gritar.
─Mama, mama, ajuda’m (ayúdame).
 Durante un par de horas se repitió en cuatro ocasiones y al no ver a nadie, me dirigí hacia el muro pegado a la balsa, porque pensé que el niño estaría en la calle, aunque me extrañó que continuara allí tanto tiempo. Subido a los escalones de la alberca podía ver perfectamente la calle de la otra parte del muro. Nadie había allí.

                                                      Balsa para el riego de finca agrícola de Villajoyosa

            Volví a mi trabajo campestre con un poco de recelo, pero sin darle excesiva importancia.
Al día siguiente, por la tarde, regresé al mismo lugar para continuar con los trabajos agrícolas. Volvió a repetirse la situación. Oí de nuevo la misma voz infantil repitiendo las mismas palabras.
 ─Mama, mama, ajuda’m, ajuda’m.
Empecé a “mosquearme” pensando que alguien me estaba gastando una broma. Pero volví a asomarme, no solo a la calle, también a la balsa. Nada de nada, la balsa completamente seca y nadie en la calle.

                                             Lugar donde estaba la balsa en el huerto de la Barbera.

            Los días eran muy calurosos y como me habían dicho que las mejores horas para el riego eran las últimas del día, una tarde aproveché que estábamos toda la familia reunida en casa de Pepica para acercarme al huerto y poner en marcha la irrigación.
            Me puse a controlar que los goteros funcionaran bien y aunque había claridad, el sol ya no pegaba de lleno, en una hora caería la noche. No me di cuenta, pero el silencio dominaba la situación y sólo lo rompía el paso del trenet (tranvía), o de algún esporádico coche. De repente, la voz del niño en medio del silencio. Las mismas palabras.
 ─Mama, mama, ajuda’m, ajuda’m.

                                                           Interior del huerto de La Barbera.

 Pero no sonaban igual que en las anteriores ocasiones. Sonaron en mi cabeza, como un lamento. Me di la vuelta muy rápidamente y miré hacia la balsa. Lo que vi me hizo saltar como un resorte, me quedé tres o cuatro segundos mirando aquello e inmediatamente salí corriendo por la vieja puerta exterior de madera junto a la araucaria.
            Llegué a la casa de Pepica jadeando, sudoroso y por lo que me dijeron después, con el rostro desencajado y pálido. 
            Al verme así se asustaron y cuando me preguntaron, les conté lo que llevaba días oyendo en el huerto y lo que había visto hacía un momento.
            …

                                                                   Acceso al huerto de La Barbera. Foto Anita Llinares

            Y lo que había visto hacía un momento, fue lo siguiente: Cuando oí esas palabras suplicantes, me volví y distinguí a un niño de unos siete años, que desde la balsa venía hacia mí, vestía pantalón corto con camisa arremangada y con un faldón lateral colgando por fuera del pantalón, el color de su ropa era casi uniforme, de un verde oliva, y venía chorreando, empapado, sin tocar el suelo. Yo por lo menos no le vi dar pasos, ni siquiera le vi los pies.
            Nadie se atrevió a asomarse por el huerto y entonces Pepica nos contó una historia.

                                                                                       peru.com

            Lo que Pepica nos relató fue, que, al poco tiempo de estar viviendo en La Barbera, sobre el año 1985, también ella, en un par de ocasiones, oyó la voz de un niño exclamando las mismas palabras que yo le había relatado, aunque las escuchó como lejanas, apagadas y las dos veces que le ocurrió, se dio un paseo por el huerto, sin ver a nadie ni apreciar nada anormal. Cuando tuvo ocasión, se lo mencionó a la señora Dª Antonia y ésta le contó que, a finales del siglo XIX, o recién comenzado el XX, cuando su familia aún no estaba definitivamente instalada en la mansión de La Barbera, allí vivían “los caseros”, un matrimonio que se ocupaba de cuidar y dirigir los trabajos que se realizaban en la finca. El menor de sus hijos, de corta edad, en un descuido, cayó en la balsa y se ahogó. Al parecer, cuando descubrieron el cuerpo sin vida del pequeño, llevaba varias horas en el agua.

                                                                          fiernormal-365xXx80. Qué.es

            Después del relato de Pepica, comprendí por qué jamás vi a la pequeña de mis cuñadas acercarse a la alberca y en contadas ocasiones la vi pisar el huerto circundante a la balsa. ¡Porque su madre se lo tenía estrictamente prohibido!
            Pero lo que yo vi en el huerto, lo tuve presente en cada momento y cada día de los que iba a ver o recoger la hortaliza, o que accedía a la zona por cualquier motivo, aunque la verdad es, que después de la manifestación no volví a oír ni a ver nada relacionado con este episodio.


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