Publicado en la revista de fiestas de
San Miguel 2024 de Villajoyosa
Éramos un grupo de amigos que estábamos
intentando coger unas “codoñetas” (membrillos pequeños) que colgaban del pequeño
árbol que estaba junto a la acequia que transcurría (aún transcurre) entre el
camino y los bancales de “La Moratona”, detrás del Tossalet yendo al Carratalà.
Era sábado y mi madre ya bajaba con
su tinaja en la cabeza, llena de ropa recién lavada en la acequia de la “Parà
Roja”, cerca de la casa de Pere Juan.
- “Ya vorem que feu ahí”. “Recorda
que tens d’anar al de l’auela a fer-li el recao que t’he dit”. -Dijo mi
madre dirigiéndose a mí-
- “Che, no me’n recordava” “Vaig
en tu cap a casa”. -Le contesté-
Volviéndome hacia mis amigos les dije
que ya nos veríamos más tarde en La Ermita para ir al cine.
Junto a mi madre, anduve el camino hacia
nuestra casa. Al pasar frente a la casa de la tía Francisca “La Moratona”, vimos
a su marido que estaba atando el ramal de su burreta en una argolla que colgaba
junto a la puerta. ¡Buenas tardes! Le lanzó mi madre. Inmediatamente le fue devuelto el saludo. La
tía Francisca se ganaba unas pesetillas vendiendo vino y otras bebidas.
Unos metros más de camino y nos
cruzamos con Chimo Malena, con su espuerta o capazo de esparto a las espaldas. “Chimo!,
quan plou?” -Le dije- Esa era la pregunta que todos los niños le hacíamos
cuando nos cruzábamos con Chimo. ¡Su respuesta siempre era la misma “Demà, demà”!.
Chimet, como era conocido por su baja estatura, había sido el dueño del “cassinet”,
pequeño local que utilizaba como bar y que se encontraba en la parte superior
de la tienda de Bartolomé Galiana, conocido como Bartolo “Madrid”, en una de
las esquinas “dels quatre camins”.
Seguimos avanzando. Llegamos a la
altura de la vivienda de Visent y Marieta “el Ronsero”. Ese apodo era el del
marido, pero a los dos los conocíamos como tal. “Chicaaaaa!” “D’on veniu els
dos?” Marieta, tan risueña ella, nos saludaba casi chillando como siempre. –“No
puc parar-me que tinc pressa” -respondió mi madre-. Y continuamos.
Pasamos junto a la casa de Pepe
“l’Enganchat” y Angelita “la Caponeta”, cuyos hijos Antonio y Miguel eran del
grupo de amigos. Angelita era hermana de Gaspar Arcadio “Arca”, un personaje
vilero conocido, amante del deporte, practicaba el fútbol y el boxeo.
Poco después llegamos a la entrada de
la casa de los Ponsoda. Una puerta de barras de hierro oxidado que no se podían
cerrar debido al tiempo transcurrido desde que la instalaron daba entrada al
patio. Junto a la puerta, un lidonero, del cual cogíamos sus frutos para
tirarlos soplando en unos canutos de caña.
Allí vivían el matrimonio formado por
el ti Miquel “el pedrapiquer” y la tía Rosa, junto a sus hijos Miguel y
Francisco. Una hija llamada Rosa había fallecido pocos meses antes.
Unos pasos más abajo estaban los
Gisbert. El ti Fidel, su mujer y sus hijos Pepita y Fidel. Pasando por el mismo
patio de su casa se accedía a la vivienda de la familia del tío Batiste. El ti
Fidel se encontraba en la esquina de su casa y a menos de diez metros, en su
bancal, el ti Miquel Ponsoda escuchando la cháchara de Fidel sobre los
adelantos de la humanidad que, decía, iban a mandar un cohete a la Luna ¡qué
barbaridad! Pasamos entre los dos y mi madre los saludó con un “Com va?”
“Bona vesprá”. “Hola chica!” -Respondió el ti Fidel-.
Estábamos aproximándonos a casa, pero
antes de llegar a la higuera de Cosme “l’Enganchat” y Vicenta “Polseguera”, “La
Mingota”, sentada en la puerta de su casa, se dirigió a mi madre, “Chica,
d’on veniu?”.
“Mira, de llavar!” “Y tu, qué fas?”
Con voz lastimera y llorosa, como
siempre, respondió “Ay, no puc fer res!” “Qué ganes tinc de morir-me!”. La
señora, ya muy mayor, era hermana del ti Kiko Mingot, que vivía en el mismo
bloque de la casa, pero en la parte posterior. Entre ellos no se hablaban. Vivía
sola y tenía un gran defecto en uno de sus pies que le impedía caminar
correctamente, casi se arrastraba para desplazarse.
Llegamos a la era del ti “Carlakis”.
No le pongo cara porque no me acuerdo de él, vivía con su asistenta, la tía
Francisca Soriano. Traté mucho a la tía Francisca, ya que vivíamos en el piso
que estaba sobre su vivienda y, además, le comprábamos el vino y otras bebidas
que ella vendía con el fin de sacarse unas pesetas para ir subsistiendo. Junto
a la casa de la tía Francisca estaba la casa de Nazario y de su mujer, Pepita
“la Mosca” y sus hijos, Mateo, Toni y Enriqueta.
En la parte posterior, entrando por
la era, pegado a las escaleritas por las que entrábamos en mi casa, un pasadizo
de apenas dos metros de ancho conducía al caserón de los Mingot. El ti Kiko,
con su pipa pegada entre los labios, su esposa la tía Mariana y sus hijos
Vicent, Mariana, “Gaitana” y Fina.
Antes del angosto caminito, frente a
la puerta de mi casa, se encontraba Vicenta “Polseguera” sacando un cubo de
agua de la cisterna que tenía delante de su puerta. “Chica, ya estàs ací?”
“Prompte has acabat!” -Dijo dirigiéndose a mi madre-
“Duia poca roba!” -Contestó mi mamá-
El marido de Vicenta era Cosme
“l’Enganchat” y debería de estar por el monte, ya que era el guarda del coto de
caza. Sus hijas María y Rita se encontraban rondando por allí y Antonio era del
grupo de mis amigos y se había quedado junto a los otros en el Tossalet.
Después de que mi madre me diera una rebanada de pan con adobo, me dijo que “enfilara” hacia la Ermita a casa de la abuela.
Dándole buenos mordiscos al pan con
adobo, cogí el camino y enseguida me topé con el ti Gaspar “l’Astral” que
estaba atando su “macho” en una argolla de la pared de su casa. Era un hombre
muy mayor que siempre iba encorvado hacia delante, tendría un problema de
columna. Pasé por su lado sin que se diera cuenta, o por lo menos eso creo yo,
ya que no nos saludamos. A su mujer, la tía Vicenta “la Vesa”, la vi entrando
en el corral que tenían junto al bancal debajo de su casa. A su hijo, creo que
se llamaba Gaspar, lo veía en muy pocas ocasiones, oí decir que vivía en
Alicante. La hija, Vicenta, estaba pasando por muy malos momentos, hacía pocos
meses que su prometido, con el que iba a casarse en fechas próximas, falleció
en un accidente de moto. Él vivía en el Tossal de la Vella.
Unos pocos metros más abajo, estaba la
palmereta, una majestuosa y alta palmera junto al camino y en la entrada a la
casa del ti Juan “el Mallorquí” o “el dels caragols”, era conocido así por ser
oriundo de Mallorca y porque compraba caracoles a cualquiera que se los llevara.
Vivía con su mujer y su única hija, las dos se llamaban Meregilda
(Hermenegilda).
Enfrente, la era de Cosme el fontanero y su hermano, el taxista “Bisleri”. Nosotros la conocíamos como la era de Llanos, ya que así se llamaba la mujer de Cosme (María de los Llanos) y su hija María.
Continuando hacia la Ermita, en la
parte izquierda estaba la fábrica de chocolates Valor (estuvo allí hasta el año
1964). En su misma entrada y lindando con el camino, una gran balsa totalmente
tapada con cubierta de obra, por su parte posterior o baja, daba nombre en ese
justo lugar a lo que se llamaba “el Chorro Félix” (nunca he sabido porqué).
Pocos metros más abajo, el bancal de
Vicent “l’estanc” (Vicente Adrover) separado de la acequia que transcurría
junto al camino por una pequeña tapia de mampostería. Al punto intermedio de
esa valla se le llamaba “la Figuereta”. Seguramente, ese nombre lo adquirió
porque allí habría una higuera (personalmente no la he conocido o no me acuerdo).
Llegado al final del bancal de Vicent
“l’estanc”, en la misma curva del camino, estaba el transformador (aún está la
carcasa del pequeño edificio), llamado así por estar allí el transformador
eléctrico que llevaba la electricidad hacia los pueblos del norte.
A punto de llegar a lo que siempre se
ha conocido como La Ermita, en su parte derecha la casa del ti Michor y la tía
Malena. En el mismo bloque, pero en la parte superior vivía “el Besó” con su
mujer.
Después, la vivienda de Paca y
Joaquín “el Pachell”.
La casa y la carnicería de María
“Toni” (recuerdo a su padre, el ti Toni “Malena”, de su marido solo recuerdo su
entierro y sus hijos Toni “Malena”, Gaspar, Gostí y Matilde.
La tienda de Pepa, su marido Bartolo
“Madrid” (Bartolomé Galiana) y los hijos, Francisco (murió en un accidente de
moto y recuerdo su entierro), Carlos y Beatriz. Frente a la tienda estaban los
montones de gavillas hechas del ramaje de diferentes árboles, sobre todo de
olivo, que se utilizaban en el horno de Betriu “el Forn”.
¡Ahí estaban “els quatre camins!, es
decir, las cuatro esquinas que formaban la intersección de la carretera de
Orcheta con la entrada al centro de la Ermita y el camino del Tossalet.
En una esquina, “la llenya”. En la
otra, la tienda de Pepa. En la tercera, la herrería del ti Jaume “el Ferrer”. Y
en la última, la tienda y estanco de Vicent y Bartolo Adrover.
Seguiré por todo el flanco derecho de
la calle más importante del barrio, la calle de Doña Rosa Grau, que fue esposa
de Don Álvaro Esquerdo.
Después de la herrería del ti Jaume,
estaba la casa y tienda de “la Birra”, María, su marido Francisco (era hermano
de Pepa, la de la otra tienda) y sus dos hijas, Beatriz y Marisa.
Seguía la casa del ti Kiko “la
Morena”.
La carnicería de los Mingot, siendo
Vicent el que más presencia tenía en ella. Después pasó a manos de Fina, la
hermana, y su marido, Vicent “el Perano”, del Carreret.
Encima de la carnicería vivían los
“Cafrune”.
La familia del ti Jaume “el Ferrer”.
Su mujer, la tía María y los hijos, Fulgencia, Vicent y Pepet.
Al final de la calle, “Els Macareus”
con el padre el ti Marcos y sus hijos Marcos, Pepe, Toni y Vicenta.
Y la mansión de los madrileños, donde
vivía la familia de Don Pedro “la Blanqueta”, su mujer Doña Agustina y sus
hijos Pedro y Ángela.
La parte izquierda de la calle, como
ya he mencionado, estaba la tienda, estanco y vivienda de los Adrover, con
Vicent, su mujer Vicenta, sus hijas Matilde y Rita (posteriormente nacieron dos
más) y el hermano de Vicent, Bartolo y la tía de ambos (nosotros la llamábamos la
Bartola).
Seguía la vivienda de Vicent “el
papero”. Allí mismo, con sus padres, elaboraban paños con sus máquinas
tejedoras. El apodo de “el papero” le vino porque durante las fiestas de San
Miguel solían poner un mostrador delante de su puerta y vendían las papas
fritas que ellos mismos producían.
La imponente mansión donde nació al
famoso doctor Don Álvaro Esquerdo. Allí vivían el matrimonio formado por Don
Francisco y María y sus hijas María y Pepita, les de l’Hort.
En la misma edificación estaba la
clínica y vivienda del Don Gaspar “el Mestre” (Don Gaspar Ortuño), practicante
(ni un solo ermitaño dejó de pasar por allí) y su mujer la tía María. Junto a
su clínica estaba la barbería, regentada por él mismo. Los barberos o
peluqueros eran Gaspar (siempre con un consumido puro en su boca) y Miguelet,
sobrino de Don Gaspar y practicante como él.
Ya estamos en el centro de la Ermita.
En las escuelas vivían los maestros. La maestra de niñas era Doña Isabel y el
maestro de los niños Don Jaime Tarrés. No podemos olvidar a Socorro, la
sacristana, que vivía en la casa que forma parte del edificio de la iglesia.
En esa zona estaba el cine, construido, creo, en
el año 1961 o 62. Como he dicho al principio de este escrito, habíamos quedado
la colla de amigos en vernos para ir a ver la película que esa noche se iba a
proyectar (era sábado y el título “Fantomas”).
Estábamos en el mes de junio y como
el local del bar del cine estaba lleno, Pepe Orozco, el propietario, dejaba que
sacaran mesas y sillas al exterior con el fin de que pudieran jugar las
partidas de brisca y de subastado. Recuerdo que en una de las mesas de brisca
estaban las dos partes contrincantes en plena partida. Por un bando, Vicent
“l’estanc”, que como cabeza del grupo jugaba con el ti “Perano” y mi padre (el
Llarg). Por el otro, Marco “el Carreret” dirigía al ti Nazario “Enriqueta” y a
Luís “el Mestre” (era maestro de obras). Era una delicia verlos hacerse señas y
diciendo mentiras mientras se vigilaban de reojo unos a otros.
En la mesa de al lado se sentaban, el
ti Michor “La Molinera”, su hermano el ti Semión, el ti Gaspar “el Soto” y el
ti Colau. Se estaban jugando una mistela al cau. ¡De haber podido grabarse esas
partidas, hoy no tendrían precio!
Continué camino al de mi abuela y
después de pasar por delante de la casa del ti Pere “la Blanqueta” tuve que
llegar a la puerta de la tienda de “la Pachella”. Vi que mi abuela estaba
comprando y entré. Detrás del mostrador, la tía Teresa, que así se llamaba “la
Pachella”, estaba anotando en un papel de estraza, el importe de la compra
efectuada por mi yaya. Entonces era costumbre hacer la compra “de fiado”, los
importes se anotaban en un papel o libreta y al final o principio de mes o
semana, se solían liquidar las cuentas. Ni “la Pachella ni mi abuela sabían
leer ni escribir, por lo que la tendera cogía un lápiz y en el papel realizaba
redolines, si era un duro, redolín grande, si una peseta, redolín pequeño. Eso
en dos papeles, uno se lo quedaba y otro lo entregaba al comprador.
En la parte interior de la tienda, en
el lugar donde estaban los barriles del vino, estaba sentado Pere Juan, el de
“la Parà Roja”, llevaba una especie de funda de cuero en un dedo, la impresión
era que le faltaba y por eso lo disimulaba con lo que nosotros llamábamos “un
ditó”. Todos los sábados por la tarde pasaba allí un buen rato degustando los
vinos de “la Pachella”.
Mientras mi abuela realizaba sus
compras, me acerqué a un grupo de niños a los que evidentemente conocía,
estaban sentados en el suelo junto a la barandilla que separaba la casa de Doña
Àngela “la senyoreta” y la del ti Vicent Valor. Allí mismo pasamos un gran rato
contando historietas.
Frente a la barandilla, en la parte opuesta de la gran plaza que formaba el centro del barrio, estaba el cine de los Orozco. Pero salvo el Carreret, que estaba (aún está) en la parte sur, esa zona era de bancales. Las casas se apiñaban unas con otras en la parte norte de la Ermita, y después de la barandilla estaba la casa del “Valencià”, la escuela de párvulos y la casa donde vivía el ti Pere “Ragineta”. El callejón y la era del “Puntero”. La casa del ti Colau y la tía María. Continuaba con mi abuela, Isabel “la Tronera”. Gaspar “Tanina” y su mujer Rosa. El ti Chimo con su mujer y sus hijos Carlos y María. Dejando a la derecha la calle Fabiola, continuaba la casa de la familia del ti Tomás “el Llebre”, y después la de la tía María y el ti Gaspar “el Tito”. Un poco más abajo, el callejón donde vivía Geroni “la Morena” y Santiago “el viudo” con su familia. Pasada la entrada del callejón, sigue estando, aunque en ruinas, la casa del ti Kiko “la Cola”, recuerdo que allí mismo encerraba su rebaño de cabras. Después, Severino, sus padres y tíos. Enfrente, la casa de Antonia “el Bal.le”, mujer de Miguelet “el Mestre” y la tienda de Tano. Continuando hacia la Creu de Pedra vivía el ti Pepe “el Tronero”, su mujer la tía Francisca “la Negreta” y sus hijos Isabel, María, Paca y Joanet (tuvo la desgracia de fallecer en un accidente de moto). Poco más abajo estaba el horno del Bal.le y la gran piedra o roca donde era costumbre despedir a los difuntos camino del cementerio. Frente a este lugar sigue estando la entrada a la casa o finca de “la Juanilla”. Finalmente, antes de llegar a los bancales de limoneros (actualmente es una explanada donde se instala, en fiestas de San Miguel, la plaza portátil para la suelta de vaquillas) vivían los Sotos, el ti Gaspar, la tía Enriqueta, y sus hijos Francisco, Mateo, Gaspar y Enriqueta.
Recordar a estas personas (no son
todas), es volver a vivir los tiempos de la niñez. Es un paseo en la añoranza
del tiempo pasado.
¿Qué pasó con el recado para mi
abuela? Ni lo sé ni me acuerdo.
Haber conocido a esos personajes es
un premio a mi vivencia y una riqueza para mi espíritu.
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