martes, 29 de octubre de 2019

Don Miguel Buforn Arques, el médico de los campesinos, y la carta del Más Allá.

A lo largo de la historia, la gente que ha habitado el barrio de La Ermita, los ermitaños, han sido gente humilde y campesina. De entre estas modestas familias, también han surgido insignes i altruistas personas que han dejado su huella en pro de sus paisanos.
En este apartado están, Don Álvaro Esquerdo, famoso médico y cirujano, además de benefactor, que junto a su hermano Pedro, hicieron varias donaciones al pueblo vilero a lo largo de sus vidas.
Don Tomás Ortuño “Saleta”, otro médico que, aunque nació en L’Aixiuili, se consideraba ermitaño, se casó con Doña Ángela “la senyoreta” (otra ermitaña) y se instalaron en el centro de La Ermita, en el lugar donde los que tenemos más de 60 años conocimos y llamábamos “la barandilla” (junto a la actual farmacia). ¡La de kilómetros que se recorrió por los caminos y sendas rurales del término municipal para visitar a sus enfermos!
Recuerdo a Don Gaspar Ortuño, el practicante y barbero de La Ermita. Con su moto Guzzi 65 del año 1953 recorría la mayoría de las partidas rurales de los alrededores (Era Soler, Alcocons, Xauxelles, Mediases, Aixiuili, Tosalet de Melases, etc.). En su casa y clínica siempre había gente que acudía para ser asistidos por Don Gaspar.

                                                      Moto Guzzino 65 de 1953

Pero además de estos ermitaños, hubo otros vileros que, con su labor altruista, hicieron mucho por las personas que entonces vivían en el campo, agricultores, campesinos y sus familias. Uno de esos médicos rurales fue Don Miguel Buforn Arques. Don Miguel nació en Villajoyosa a finales del siglo XIX, hijo de agricultores, y quizás fue esa la causa por la que dedicó su vida profesional a ayudar a los demás. Fue una persona muy generosa con los necesitados. Cuando acudía a visitar a un enfermo, sabiendo que no tenían para pagarles, al despedirse decía: Ja traurem conters altre dia que ara tinc presa!  Pero antes, sin que nadie se diera cuenta, ya había dejado debajo de la almohada del enfermo, alguna que otra moneda. Una grave enfermedad acabó con su vida allá por los años 50 del pasado siglo.

La breve historia de a continuación, es una mezcla de realidad con algo de ficción, pero creo que define perfectamente la figura de un gran médico y mejor persona. Relata la generosidad y el altruismo de Don Miguel Buforn con los más necesitados, pero quiero que también sirva como homenaje a todos los vileros y ermitaños en particular, que cuando tuvieron ocasión, se volcaron en pro de sus paisanos. 

                           Esta es la historia

Un día, como cualquier otro, Don Miguel salió de visita para reconocer a sus enfermos, diseminados por toda la huerta vilera.
Casi a diario, en esa tarea empleaba varias horas, ya que el territorio es extenso y, además, en ese tiempo, los caminos y sendas no eran todo lo espaciosas y despejadas que lo son ahora.
Ese día alargó su recorrido hasta el borde del río Torres. Allí, en una casona que estaba sobre el ribazo que forma su rambla, vivía Gaspar Mingot “El Madero” y su familia. Betriu, su mujer, y sus cuatro hijos, tres varones y una hembra. Madalena, que así se llamaba la hija, tenía 25 años.
Gaspar era el “mediero” de esa finca, propiedad de una importante familia de Villajoyosa.

                                         Casa junto al río Torres donde vivían los Mayoros.

Madalena ayudaba a su madre en las tareas de la casa y a menudo sacaba al pastoreo un pequeño rebaño que tenían. Llevaba siete años festejando con Pepet, un joven labrador dos años mayor que ella.
En ese tiempo, la vida era muy dura, sobre todo para las personas que trabajaban y vivían del campo. Sus trabajos apenas les daba para sobrevivir.
Pepet y Madalena habían hecho cientos de cábalas, cálculos y suposiciones para poder casarse y formar su propia familia, pero ¿cómo, si apenas tenían para poder comprarse unas alpargatas?
Una tarde, al igual que otras muchas, Pepet fue al encuentro de Madalena, ya que sabía las zonas por las que solía pastorear.
 ¡Madalena! ¡Madalena! ¡Ja tinc la solució! – Le gritó antes de llegar a su altura.
¡M’ha dit Rafel, el cosí de Kiko “el Mayoro”, el que se’n va anar a Amèrica, que el seu cosí guanya els diners a cabassos! ¡Que segurament l’any que ve, torne a casa i en portarà un sac! ¡I aixó que soles fa quatre anys que se’n va anar!
Madalena estaba inmóvil, sin apenas pestañear y con la mirada fija en Pepet.
¡Pero Pepet, aixó són molts anys més esperant poder casar-mos!
¡No, soles serán tres, i aixó passa volant! – Contestó Pepet - ¡Quan torne ric, viuràs com una reina! ¡Seràs l’enveja de totes les xiques de La Vila! ¡Ens comprarem una casa i un xicotet hortet perquè t'entretingues en ell i tindrem cinc o sis xiquets!
Las palabras de Pepet ilusionaron a Madalena. Se fundieron en un abrazo con beso incluido, no sin antes mirar en todas las direcciones para asegurarse de que nadie pudiera verlos.
Pepet arregló todos los papeles necesarios y en tres meses embarcó en Barcelona rumbo a las Américas. Su destino, Nueva York. Casi tres semanas en medio del océano, y después de seis días más de penalidades con las autoridades inmigratorias, se trasladó a Boston, unos 350 Km. más al norte.
Mientras Pepet trabajaba como “un burro” en la construcción, que era la industria más creciente y donde más se ganaba, aunque también era una de las más peligrosas por la falta de seguridad en las obras, Madalena contaba los días para juntar con ellos un mes, y así, decirle a alguno de sus hermanos que pasara por la estafeta del pueblo para preguntar si había carta de su amado y al mismo tiempo dejar allí la suya con destino a América. Mes tras mes, pasaron dos años hasta que dejaron de recibirse cartas de Pepet.
¿Por qué no escribe? ¿Habrá pasado algo? – Se preguntaban en casa de los “Maderos”.
Tres meses después, una carta con el matasellos de Boston (Estados Unidos), llegó hasta la partida del Clot, a la casa de José Martínez “el Caponet”, padre de Pepet. En ella se le comunicaba, que su hijo había fallecido el 10 de agosto, debido a una caída desde la planta décima de la obra en la que trabajaba.

                                        Casa en la partida El Clot donde vivían los Caponet

El mismo José Martínez se desplazó hasta la casa del “Madero” para comunicar la fatal noticia. Ésta no solo dejó perplejos a todos, Madalena se derrumbó perdiendo el sentido. A partir de ese día, vagaba como una sonámbula.
Una fría mañana de primeros del mes de diciembre, estando Madalena haciendo la colada en el río Torres, que discurría a pocos metros de su casa, le sorprendió un pequeño aguacero, y a pesar de estar cerca de la vivienda, la dejó empapada. Llegó a casa y se cambió de atuendos, pero el efecto de la ropa mojada sobre el cuerpo y el frío ambiente invernal, hizo que Madalena enfermase.
Ese fue el motivo que llevó al doctor Don Miguel hasta la casa de Gaspar “el Madero”.
Don Miguel, com veu a la xiqueta? – Preguntó Betriu.
Totes les nits, ves posant-li al pit, un paper d’estrassa en oli calent. Ademés, ves fent-li a menut, fregues per l’esquena, d’aigua d’eucaliptus prou calenta. I ja vorem! – Replicó el doctor.
Bo Betriu, despús-demà tornaré, pero recorda, ben tapaeta i que cove eixe constipat! Que no salçe del llit per a res!
Pasaron más de dos semanas y Madalena no mejoraba.
Un día, cuando volvía de una de sus visitas, se encontró de cara con Gaspar, el padre de la enferma.
Bon dia Gasparet!
Bon dia, Don Miguel! Vull que em diga la veritat, com està la meua filla?
Malament, Gaspar! El constipat de la xiqueta s’ha tornat pulmonia, no menja res i la febra i la tos no se li’n van! Estic molt preocupat!
Pero…algo es podrá fer?
Mira “Madero”, no vull enganyar-te, ho tenim fotut! Madalena porta vint dies al llit i per compter de millorar, va empijorant!
Vol dir-me vosté que no es pot fer res? Que no hi ha solució?
Don Miguel puso su brazo derecho encima del hombro de Gaspar, y mirándole fijamente a los ojos, le dijo: A part d’un miracle, en el que no crec, soles n’hi ha una, i eixa és molt difícil.
Lo que siga Don Miguel! Lo que fassa falta per a salvar a la meua xica! – Saltó como un resorte Gaspar.
L’única esperança és un nou medicament que fa molts pocs mesos s’ha provat a Espanya! Està fabricat als Estats Units i és molt difícil aconseguir-ho! Els militars americans solen tindre-ho, pero… com aplegar fins a ells?
Gaspar agachó la cabeza y con los ojos llenos de lágrimas se despidió del doctor.
Tres días después del desalentador encuentro, apenas un par de horas después de la salida del sol, Don Miguel, junto a Toni, hermano de Pepet, aparecieron sudorosos, debido a la apresurada caminata que se pegaron por llegar cuanto antes a la casa de los “Maderos”.
Gaspar!! Betriu!! On esteu? – Gritaba la pareja mucho antes de llegar a la casa.
Madero!! Madero!! On estas, collons? – Resoplaba Don Miguel jadeando con poco aliento.
Normalmente, a esas horas, Gaspar debería de estar en plena faena del campo, pero no se sabe por qué, ese día se encontraba en casa.
Qué són eixos crits? Qui xilla d’eixa manera? – Dijo Betriu.
Salieron a la puerta de casa y vieron cómo la pareja se iba acercando velozmente.
Che, qué passa? A qué venen eixos crits? – Les preguntó Gaspar.
Gaspar!! Betriu!! El remei!! El medicament!! – Contestó Don Miguel levantando el brazo y enseñando un pañuelo con algo enrollado en su interior. No perdem temps!
Ya en el interior de la casa, el doctor sacó de su pequeño maletín negro una cajita metálica. Puso dentro de ella una aguja hipodérmica y derramó un poco de alcohol en su interior al que prendió fuego y de esa forma desinfectarla.
Cuando entendió que la aguja ya estaba esterilizada, la puso en una jeringa, donde previamente había vaciado el medicamento y lo inyectó en la debilitada paciente.
Ara a deixar que açó fassa la seua faena! Ben tapaeta i a esperar! – Dijo el médico.
Cuando salieron al patio exterior de la casa, los preocupados padres, le preguntaron:
Don Miguel, voste creu que aixó farà efecte? Per cert, qué li ha posat a la meua filla?
Don Miguel les respondió: Tenim que esperar 48 hores, en eixe temps, sabrem si la cosa va be o no! Jo tinc moltes esperances perqué eixe nou medicament ve dels Estats Units, i ja s’ha demostrat que fa milacres!
Pero…costarà molts diners! Com ha pogut aconseguir-ho? – Dijo Gaspar.
Che! Pos tens raó! Ni sé lo que val, ni sé com aplegat fins ací! – Contestó Don Miguel.
Che Tonet! – Dijo el doctor dirigiéndose al joven que lo acompañó hasta la casa de los “Maderos”. A vore, m’has dit que esta matinà, un “melitar” ha portat a ta casa una caixeta en la que duia la botelleta que hem utilitzat per la injecció, acompanyada d’una carta!  A més, vos a dit que aixó venia d’Amèrica i era penicilina! Que no hi havia temps a perdre, que buscàreu al metge i se la subministrara a Madalena, la malalta!
Aixó és el que m’has dit quan has aplegat a ma casa!
Si Don Miguel, aixina ha sigut, eixa és la pura veritat! – Contestó Toni levantando los hombros.
Jo he llegit el paperet que venia acompanyant la botelleta del medicament, i a pesar de que estava tot escrit en anglés, he pogut entendre les indicacions que ahí venen! – Dijo el doctor.
Sé que no és lo correcte, pero no teniem temps per a perdre i siga lo que Deu vullga!
Tonet, vine cap ací! A qui heu demanat açò? Qui era eixe “melitar”que vol ha portat?
Toni, con cara de extrañeza y asombro, levantó los hombros exclamando: Che Don Miguel, jo no sé res! Soles sé lo que li he dit!
Mare meua quin embroll! Tira cap a ta casa a vore que diu ton pare! – Dijo Don Miguel.
Hacia el Clot se fueron, no sin antes decirle a los “Madero” que estuvieran atentos a las reacciones de su hija y que volvería al día siguiente.
Llegados a casa de Pepe “el Caponet”, le vieron arando un bancal cercano y el doctor lo llamó, diciéndole que se acercara a casa. Así lo hizo y una vez en el interior, se sentaron alrededor de una mesa cuadrada, no sin antes llamar a la mujer del “Caponet”.
Anem a vore si puc entendre este embolic! – Se arrancó Don Miguel.
Pepe, dime! D’on heu tret el medicament?
L’ha dut este matí un “melitar” americà que está a l’Aitana! – Contestó Pepe.
Don Miguel se estaba poniendo colorado, miraba fijamente al “Caponet” con los ojos saliéndose de las órbitas.
I ja está? Aixó és tot? – Saltó el doctor.
També ens ha dut una carta, pero mosatros no saben llegir i l’hem deixat ahí damunt del moble! – Replicó Pepe.
Porta-me-la Tonet! – Dijo Don Miguel.
Don Miguel vio que el matasellos era de América y el remitente, José Martínez Lloret, el hijo de Pepe y novio de Madalena. Abrió el sobre. En su interior, una carta con caligrafía temblorosa y muchas faltas de ortografía.
Un silencio sepulcral. Las tres miradas de los “Caponet” fijas en Don Miguel y éste, apenas sin aliento y sin despegar los labios, con alguna dificultad, intentaba leer las palabras escritas en ese papel.
Qué diu? Qué diu? – Rompió el silencio Pepe.
A vore si puc llegir-la! – Dijo el médico.

Boston a 6 de diciembre de 1944
Mi siempre amada Madalena, se que no has dejado ni un solo momento de pensar en mí. Por mi parte, desde el momento que te vi por primera vez, cuando participaba en las cucañas de las fiestas de San Agustín de la playa, cada latido de mi corazón ha sido tuyo y ahora que no late, todo el inmenso amor que he ido acumulando, me mantiene en contacto contigo.
No quiero que vengas a acompañarme, necesito que vivas, porque cada palabra, cada paso, cada movimiento, cada momento de tu vida, va a ser una parte muy importante de este universo infinito movido por el amor. Y tú, dulce niña mía, eres todo amor. Tienes que dejar en ese mundo material la huella de tu paso por él. Esa huella que yo hubiera querido dibujar contigo y que un día perfilarás junto con otro hombre. Solo quiero que sigas siendo la suave, delicada y agradable mujer que grabó mi alma con la llama del amor y cuando llegue el momento, vendrás, yo te esperaré, porque toda la eternidad es poco tiempo sabiendo que algún día estarás a mi lado.
La medicina que te adjunto, te curará.
Michael es un amigo mío. Es un soldado americano y habla español. Lo conocí cuando iba camino de Boston y cuando me enteré de que lo trasladaban a España, a la base militar que los americanos tienen ahí en Aitana, me puse en contacto con él para que te llevara el medicamento. En Estados Unidos se está utilizando mucho y está salvando muchas vidas y los militares americanos lo tienen en todas sus bases por el mundo. Se llama penicilina.
Le he dado la dirección de mi casa porque es más fácil encontrarla y está más cerca de la casa de Don Miguel el médico.
Te dejo ya, siempre te querré. No estoy en tu mundo, pero siempre estoy contigo. Me marcaste perpetuamente con el fuego de tu amor.
                                                                                                             
                                                                                Tu Pepet


Aunque Don Miguel quería disimular, no lo consiguió. Los cuatro tenían los ojos llenos de lágrimas.
El meu Pepet, quant la volia! – Sollozó la madre.
De veres! Pero…mosatros no li hem dit mai que Madalena estaba malalta! Com ho haurà sabut? – Dijo Pepe, el padre.
En esos momentos, Don Miguel, fijó su mirada en la fecha del matasellos del sobre. Mare de Deu senyor! Açó cada volta es complica més! Com pot ser? – Clamó levantando los brazos.
Qué passa ara, Don Miguel?
Teniu encara la carta que vau rebre en la que vos comuniquen la defunció del vostre fill?
Trau-la, Maria! – Ordenó Pepe a su mujer.
María sacó la carta y se la dio a Don Miguel. Éste la leyó y volvió a mirar la fecha de la última de Pepet. Se quedó pensativo, como si se hubiera quedado con la mente en blanco.
Che Don Miguel, díga-mos algo!
No sé si estic tornant-me loco o m’ha tornat ja! – Dijo.
En esta carta vos diuen que Pepet va faltar el dia 10 d’agost! Madalena va caure malalta el 5 o 6 de decembre! I pareix que eixe mateix dia, Pepet li escriu i l’envia el medicament!
Hi ha algú que puga explicar açó?
Después de dos copitas de mistela, Don Miguel se despidió de los “Caponet”. Enfiló el camino hacia su casa que estaba en la Creueta y esa noche casi no durmió, dándole vueltas a la cabeza para intentar averiguar el misterio.
De madrugada, saltó de la cama como un resorte, sobresaltando a su mujer y diciendo: Ja está! La carta!
Esperó a que se acercara la salida del sol, los gallos cantaban y no pudo aguantar más. Me’n vaig a casa del “Madero” a vore a Madalena, pero antes passaré per ca'l “Caponet”!
Los primeros rayos del sol intentaban asomarse por “l’illa”, cuando llegó al de Pepe el “Caponet”. Pepe, soc jo, Don Miguel! Obri!
Don Miguel, que matiner! Passa algo? – Dijo Pepe abriendo el portalón de casa.
La carta, dona’m la carta que va dur el “melitar”!
María corrió a por ella y se la entregó.
Don Miguel se puso a leer de nuevo la carta, puso todos sus sentidos y su atención en ello y llegado a un punto, se quedó como petrificado. “y ahora que no late”, “No quiero que vengas a acompañarme, necesito que vivas”, “cuando llegue el momento, vendrás, yo te esperaré, porque toda la eternidad es poco tiempo sabiendo que algún día estarás a mi lado”, “No estoy en tu mundo, pero siempre estoy contigo”.
Dobló la carta, la puso en el sobre, se lo entregó a María y con un “bon dia” se fue alejando, camino del Secanet, hacia el Torres.
Llegó a casa de los “Maderos”, visitó a Madalena y comprobó que ya no tenía fiebre. Durante el tiempo que estuvo reconociéndola, cada vez que sus ojos se posaban en la joven, le parecía ver a Pepet sonriendo junto a ella. Dio unas consignas a Betriu. Dijo que volvería al día siguiente y enfilando una senda se dirigió hacia Mediases para seguir con su periplo de visitas.



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