jueves, 24 de agosto de 2017

Asesinato de un vilero en el año 1582

En un proceso judicial, concerniente a una herencia, que tuvo lugar ante la Corte de Justicia de lo civil y criminal de la villa de Villajoyosa en el año 1656, los demandantes tuvieron que aportar documentación y testigos. Todas las pruebas que presentaron, abarcaban un período de 74 años, ya que comenzaban en 1582 y finalizaban con la sentencia emitida.
Fue un proceso largo, difícil y farragoso, ya que en principio, el testador, dejó como heredero a su hermano, pero éste fue muerto y no tenía descendientes, por lo que el derecho de la herencia pasó de unos a otros.

                                                    Proceso por herencia del año 1656

Hubo gente implicada de Alcoy y de Jijona, aunque la mayoría eran de La Vila.
Por fin, muchos años después, se cerró la cuestión con una sentencia de la Justicia de Villajoyosa.
Pero el tema de este relato, es un hecho acaecido y que fue el que dio pie a todo este proceso.
Un día del año 1582, el batle de la villa de Villajoyosa, Pedro Iváñes, entregó a Gaspar Zaragoza de Francisco, una importante cantidad de dinero para que fuese al reino de Castilla a comprar unos caballos.

                                           El Justicia de Villajoyosa era Berthomeu Vaello

El tiempo fue pasando y nada se volvió a saber de Gaspar Zaragoza.
Muchos años después, el 19 de junio de 1607, su hermano Bartolomé hizo testamento ante el notario Pedro Juan Sebastiá. Nombrando heredero universal de sus bienes, a su hermano Gaspar, esperanzado de que estuviera vivo.  Gaspar Zaragoza, cuando emprendió el viaje hacia Castilla, estaba casado con Beatriz Llorca y no tenían descendencia alguna. 

                                                     Fotografia de historiadecalp.net

Al parecer, el testador no las tenía todas consigo, ya que eran demasiado los años transcurridos sin tener noticias de su hermano, por lo que dejó escrito que en su defecto, la herencia pasara a los hijos de su hermana Delfina, esposa de Miguel Pérez.
Pasó el tiempo y los hijos de Delfina, sobrinos del testador Bartolomé Zaragoza, decidieron que ya habían transcurrido suficientes años y que había llegado el momento de pedir la herencia. 

                                                              tierraquebrada.com

Tuvieron que convencer al tribunal de que su tío Gaspar había fallecido. Para ello, aportaron la testimonial de cinco personas, todas mayores de 60 años, las que aseguraron que Gaspar Zaragoza, por orden del batle vilero, marchó al Reino de Castilla a comprar unos caballos.  En su periplo, hizo noche en una posada y en ella, bien por descuido o bien por alardear, unos delincuentes advirtieron que llevaba una gran suma de dinero. Al día siguiente le tendieron una emboscada y lo mataron para robarle todo el caudal.

                              Asaltantes-de-caminos.-Óleo-sobre-tela-anónimo-MNV-INAH.

En su testimonio también dijeron que le habían hecho honras de cuerpo presente por su alma y celebrado muchas misas de réquiem. Por lo que era bien cierto que estaba muerto. Esto fue ratificado por el cura de la iglesia parroquial, mosén Francisco Zaragoza.

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lunes, 14 de agosto de 2017

¿Quién abría la ventana?

Relato nº III de mi trabajo titulado “La Barbera. Una burbuja en el tiempo”.

El foco del relato se localiza en la primera planta o zona noble de la mansión, en el comedor que los Aragonés utilizaban en sus comidas. La ventana que da a la Llar del Pensionista.

El primero de diciembre de 1992, tuvo lugar el entierro de Dª. Antonia, último miembro de la saga Aragonés, que había fallecido el día anterior. Después del sepelio se reunieron en la casa, D. Bernabé, cura párroco, y Pepica, guardesa de la heredad. Accedieron a todos los salones y departamentos de la zona privada o noble y cerraron ventanas y puertas con sus cerrojos y trancas. Para más seguridad, decidieron cerrar la verja metálica de la escalera que impedía el paso al primer piso, con doble cerrojo: la propia cerradura de la cancela, cuya llave la guardaría Pepica y una gruesa cadena con un buen candado, siendo el señor cura quien guardara su llave.

                                                                                         El funeral

Al día siguiente, cuando Pepica volvía de compras, desde la calle se dio cuenta que la ventana del saloncito de la chimenea estaba abierta. Llamó a D. Bernabé para comunicarle la situación, y éste le respondió que seguramente se olvidarían de cerrarla y en cuanto tuviera un momento iría.

                                                          La Barbera. Ventana del comedor de la zona noble
               
         Cuando llegó, cada uno con su respectiva llave, abrieron los cerrojos de la cancela de la escalera, accedieron al salón y cerraron la ventana con sus cerrojos y su tranca de hierro por detrás. 

                                 Aldaba similar a las que cerraban las ventanas de La Barbera

Pasó otro día y Pepica, a la vuelta de un recado, vio que la misma ventana estaba abierta. Volvió a llamar al Sr. Cura y con recelo volvieron a hacer la misma operación, no sin antes darse una vuelta por toda la mansión, para asegurarse de que no hubiera alguna abertura o conducto por el que pudiera colarse alguien. No vieron nada, todo estaba bien sellado.

                                  Caballito bicicleta infantil de los Aragonés.

A los pocos días sucedió lo mismo, repitieron lo anterior y se intercambiaron las llaves de los cerrojos de la cancela de acceso a la escalera.  
Nada. La misma ventana volvía a estar abierta, por lo que acordaron dejarla así y así estuvo años, hasta que empezaron las obras de reforma.

Mueble de La Barbera con las letras CA (Cayetano Aragonés 1866-1935. Fue el padre de los últimos Aragonés de la saga)


Estos y otros extraños sucesos, fueron los que indujeron a Pepica a acudir esa tarde de junio del año 1994 a la famosa pitonisa madrileña, cuya prestigiosa fama hacía que se desdoblara entre la capital del reino y Benidorm.

Pero los extraños incidentes siguieron sucediéndose en La Barbera.

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