martes, 5 de diciembre de 2017

Un halo en forma de figura humana

XII relato de “La Barbera. Una burbuja en el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.

Los sucesos del siguiente relato no ocurrieron en la finca La Barbera, pero sucedieron en una de las fincas que los Aragonés poseían. Estoy convencido de que los entes de La Barbera, no solo permanecen conviviendo en la mansión familiar, también en otras fincas o masías que poseían, por lo tanto, creo que necesariamente tuvieron mucho que ver en ellos.
Una calurosa tarde del verano del año 1998, me encontraba con la familia en La Barbera junto a Pepica. Hacíamos lo posible para huir del sofocante calor estival e intentábamos conseguirlo a la sombra del porche que había delante de la puerta de entrada a su hogar y del portón de entrada a las caballerizas, rodeados de las numerosas macetas con sus verdes y refrescantes plantas que ella siempre mantuvo lozanas.

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A punto de consumirse el día, llegó mi primogénito (recién cumplidos los 24 años) y se unió al grupo. En un momento dado, no sé por qué, la tertulia estaba disertando sobre las “cosas raras” que le pasaban al abuelo (el esposo de Pepica) en la habitación.
Mi hijo prestaba atención a lo que allí se comentaba, pero en ningún momento intervino. Pasó más de una hora y de repente se me acercó y me dijo:
─Papa, ¿me puedes acompañar? Necesito que vengas conmigo porque tengo ver una cosa y quiero que me acompañes.
─Ahora volvemos. ─Dije─
Salimos del recinto vallado de la finca, por la puerta de malla metálica de la calle Andalucía y me condujo a la terraza de un bar próximo.

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Yo estaba extrañado por su raro comportamiento y le dije:
 ─ ¿Qué pasa?
─No pasa nada, solo que necesito hablar a solas contigo y aquí, tomando un refresco, lo podemos hacer tranquilamente.
Nos sentamos frente a un buen vaso de granizado de limón.
 ─Tú dirás.
─Mira papa, lo que voy a relatarte no se lo he contado a nadie. Me sucedió hará unos cinco años y desde entonces he querido decírtelo, pero no me he atrevido por si te burlabas de mí, y después de oír lo que estabais comentando sobre las cosas que pasan en La Barbera, creo que ha llegado el momento de sacar “eso” que llevo dentro y que, durante tanto tiempo, en algunas ocasiones, me intranquiliza.

                            Casa de la finca “El Murtet” en el año 1993

─Fue durante una calurosa noche de verano. La luna, totalmente llena en un despejado cielo, iluminaba todo con una claridad que parecía de día. Estaba con mi tía y de pronto me dijo:
─ ¿Me acompañas a ver la piedra que hay delante de la casa del Murtet?
─ ¿A estas horas?  ¡Si es más de medianoche!
─Si. Hace una noche estupenda para ello y además se ve todo claramente. A estas horas nadie nos molestará.
─Bueno, vamos.
─En su automóvil nos trasladamos a la finca El Murtet, aunque tuvimos que dejar el coche a unos doscientos metros de la casa, porque el camino estaba muy mal y se hacía peligroso pasar con el vehículo.
─La visión era muy buena y al llegar delante de la fachada de la casa nos pusimos a buscar “la piedra”. Ella se fue unos metros por delante, alrededor de la palmera, y yo me quedé cerca de la casa, próximo a la puerta.

                            Preparando el campo de golf en el Murtet

─Llevábamos buscando unos diez minutos, cuando algo me hizo volver la cabeza hacia una esquina de la casa.
─Vi la piedra. Pero también estaba viendo cómo de ella salía una especie de humo o halo o no sé qué. Me quedé paralizado. No sabía qué hacer. De pronto, con una vocecita que apenas salía de mi garganta, dije:
─ ¡Reyes! ¡Reyes!
─Reyes, (la tía), estaba a unos treinta metros de mí, entre la palmera y una gran balsa que por allí había y sin volverse me contestó:
─ ¿Qué quieres?
─Reyes ¡mira! ¡mira!
─Aquella especie de humo que surgía de la piedra, estaba formando la figura de una persona, parecía una holografía.
─Cuando Reyes se volvió y vio aquello, exclamó: ¡¡Madre mía!!

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─Sin decir nada más, empezó a correr hacia el coche, saltando de un bancal a otro. Yo al verla hice lo mismo.
─Arrancó el automóvil y a toda velocidad llegamos a La Vila. Durante el trayecto, ni nos hablamos ni nos miramos. Cuando me dejó frente a la puerta de casa, aún seguía temblando y le dije:
─ ¿Has visto lo mismo que yo?  
─Creo que sí. ─me contestó─ Pero no lo cuentes a nadie porque nos tomarán por locos.
─Así lo he hecho hasta ahora y creo que ella tampoco lo ha comentado, porque de ser así, seguro que la yaya lo sabría.
Unas semanas después coincidí con mi cuñada y le pedí que me contara lo sucedido esa noche en El Murtet.
¡Me contó exactamente lo mismo!
Creo que después de esa noche ninguno de los dos ha vuelto por allí.

             Campo de golf donde estaba la casa en la que ocurrieron los hechos. 
                                              La palmera es la misma

Nunca he sabido qué significa “la piedra”, pero el motivo de ir a esa finca a buscarla es porque la señora Dª Antonia, encontrándose postrada en su cama los días anteriores a su fallecimiento, tuvo momentos de inconsciencia y otros de lucidez. En muchos de esos momentos lúcidos, hizo mención a varias cosas que las personas que estaban continuamente acompañándola saben.
A su mente volvieron recuerdos del pasado, del ajuar que su mamá le había ido reuniendo desde su tierna juventud, y como si una bombillita se hubiera encendido momentáneamente en su memoria, recordó con claridad el lugar donde fue escondido en abril de 1936 al empezar la guerra civil española. De “la piedra”, no pudo más que evocar con insistencia y reiteración eso:
─ ¡La piedra! ¡La piedra!
 Sin que su aparente lucidez diera más claridad al asunto.

                    Mojón que señala el linde entre Villajoyosa y Finestrat

La finca “El Murtet” era propiedad de Los Aragonés y junto a la finca L’Almiserá formaban un conjunto, solo que la primera está en término de Finestrat y la segunda en el de Villajoyosa. Las dos tenían (L’Almiserá aún la tiene, aunque en total ruina) la casa o mansión en la que vivían continuamente los encargados o capataces y algún que otro trabajador de la finca y las dos disponían de estancias exclusivas para los señores. Dista unos cinco o seis Km. de Villajoyosa y unos dos de Finestrat. La casa aludida y todo su alrededor, fue eliminado para construir un campo de golf. En uno de los lados de la fachada había una gran piedra, como un sillar adosado al muro, que servía de banco o asiento para descansar.

                 Masía de L'Almiserà cuando ocurrieron los hechos en 1993

También en La Barbera existían, y aún existen, grandes piedras que sirvieron como lugares de descanso. A ambos lados de la puerta principal aún se conservan dos grandes bloques calcáreos semicirculares y a unos ocho o diez metros de donde actualmente está el ficus había un gran bloque de granito semi enterrado.
En la entrada a la masía de L’Almiserá, eran dos las piedras más significativas. Una, incrustada en la pared, que conmemoraba el año del cólera (1834), y la otra, formando uno de los escalones de acceso a la casa, con el nombre del miembro de la familia Aragonés y el año que al parecer se reformó el inmueble de la hacienda (1901). La piedra conmemorativa de la epidemia, la debió colocar Don Pedro Aragonés Bolufer, nacido en 1813, que fue Diputado en las Cortes Españolas en la legislatura 1854-1856. El escalón fue colocado por Don Cayetano Aragonés Aragonés, hijo del anterior y padre de los últimos miembros de la saga.

            Piedra junto al portal, alusiva a la epidemia del cólera del año 1834

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