lunes, 9 de diciembre de 2024

Bajo la sombra del ficus del parque de la Barbera.

Todo lo que existe y ha existido tiene su historia. Los sucesos, acontecimientos, accidentes, etc., ocurren por una causa.

Por motivos que ahora no vienen al caso, me siento muy conectado con la Barbera de los Aragonés. Suelo acercarme asiduamente por sus jardines, caminar o tan solo atravesar la zona del parque.

No puede uno evitar encontrarse con otras personas conocidas y en varias ocasiones he coincidido en el interior del recinto del hoy parque y jardines de la Barbera.

También he tenido el orgullo y satisfacción de que personas, importantes para mí, al realizar una visita a la Barbera, me llamen para que les cuente e informe sobre el lugar y la familia que allí habitó durante muchos años.

Incluso, en algún que otro momento, al ver la puerta principal abierta, no he podido resistir acercarme y entrar, a veces, me he encontrado con un grupo que estaba visitando la casa museo dirigidos por un o una guía, creo que todos me conocen y casi siempre (me parece que siempre), al verme, se dirigen al grupo diciéndoles: “Aquí está Paco que sabe mucho de esta casa y de la familia Aragonés”.

Chari, la becaria de Vilamuseo, teatralizando Los sueños de Cayetana en los jardines de la Barbera

Bueno, quizás me esté desviando del título de este escrito, pero considero que un pequeño prólogo para que las personas que lo lean entiendan que, cuando escribo sobre la Barbera lo hago con conocimiento de causa.

Al fallecer Doña Antonia en el año 1992, siendo la última persona de la saga de los Aragonés, comenzaron una serie de encuentros entre las autoridades, reuniones, aportaciones documentales, visitas al juzgado, etc., etc. Todo ello finalizó con un amistoso acuerdo entre la Iglesia (obispado) y el ayuntamiento de Villajoyosa.

A partir de ahí, en algunos de los encuentros personales de los que hago mención arriba de este artículo, me dijeron:

“¡El alcalde Segovia tuvo buen gusto cuando mandó plantar ese árbol!” Refiriéndose al ficus.

¡Los encargados de reformar la Barbera hicieron bien plantando el ficus! ¡Queda bonito y además da sombra!

¡A saber quién y cuándo se plantó ese árbol ahí!”

¡Ese árbol tan precioso fue plantado gracias a Chemi que le pidió el dinero a Zaplana para hacer este gran parque!

El ficus junto a la casa de la Barbera. Plantado en el año 1988

¡¡Pues no!!

Tal como al principio digo, todo tiene su causa e historia.

La causa de escribir esta nota o artículo, es la siguiente:

El pasado 9 de octubre, día de la Comunitat Valenciana, estuve en la Barbera acompañando a los muchísimos vileros que allí celebrábamos ese día. En un momento dado, una señora que estaba a mi lado, dijo:

“¡Uff, el sol quema! ¡Los que mejor aguantan son los que están a la sombra de ese árbol!”. Dijo señalando el ficus.

Miré hacia el ficus y vi que bajo su sombra se cobijaban y resguardaban del sol unas cincuenta personas. Fue entonces cuando los recuerdos de las manifestaciones de la gente vinieron a mi mente. Cuando cada vez que miro el ficus, siento emerger en mí el cariño y amor por él. Algo en mí me dijo: “¡Cuenta su historia! ¡Di porqué está ahí! ¡Menciona quién lo plantó!”

¡Pues bien!

Ese ficus lo compró mi mujer, Patricia, en el mercadillo de los jueves y estaba en una pequeña maceta. Era el año 1983. Lo trasplantó a una “gerra” (jarra, orza, cántaro, etc.) que tenía una capacidad aproximada de 75 litros y para que adornara, se dejó en una esquina de la terraza exterior de nuestra casa.

El recipiente donde estuvo el ficus antes de ser trasplantado en la Barbera

Al cabo de cinco años, es decir, en el 1988, el ficus, que estaba formado por tres tallos independientes, había crecido un metro y medio aproximadamente, pero el reducido espacio que albergaba sus raíces se quedó pequeño y el ficus comenzó a perder hojas, secar alguna pequeña ramita y dejó de crecer. Se puso feo y su vida peligraba.

Decidimos darle una oportunidad de vida al pequeño ficus. Lo saqué de la orza y lo llevé a la Barbera. Los señores Don Pedro y Doña Antonia Aragonés aún vivían, mi suegra era la criada y también residía allí. Debo decir que en lo que actualmente es el edificio de la cafetería y sus alrededores, incluso en el huerto interior, personalmente planté variedad de hortalizas y algún que otro arbolito. Jamás los señores Aragonés pusieron pegas ni dijeron nada en contra.

Recuerdo que era una tarde de otoño. Pedí una azada a mi suegra y decididamente busqué un lugar donde el arbolito no pudiera molestar. No fue fácil hacer el hoyo, ya que al cavar tropezaba con materiales de derribo, piedras y trozos de argamasa de cal, aunque tampoco tuve necesidad de hacer un gran agujero en la tierra. Puse las raíces del ficus en el hoyo y con un cubo recogí tierra buena para cubrirlas. Después eché un par de cubos de agua y…

Ya han pasado 36 años. El ficus ha crecido y sigue lleno de vida. Personas que coexistieron con y junto a él ya no están, pero su sombra impasible e imperdurable sigue cobijando.

¡Sí! ¡Yo lo planté! Y fue bajo la mirada de los últimos Aragonés.

Cada vez que paso bajo sus ramas, miro sus tallos y en silencio le digo: “¡Hola amigo!”  Entre sus hojas oigo susurrar: “¡Gracias!” 

Bajo la sombra del ficus de la Barbera el 9 de octubre

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jueves, 7 de noviembre de 2024

Castillo o torre medieval de la Mola.

 Publicado en Sarrià nº14 año 2018. Revista d’investigació i assaig de la Marina Baixa

Fue en el año 2013 cuando un equipo de jóvenes arqueólogos, bajo la supervisión de la dirección de Vilamuseu, recorrieron e investigaron el territorio llamado “la frontera-desierto”.

Una franja de tierra que, como su nombre indica, en el siglo XIII, fue frontera entre Aragón y Castilla. Además de ser una tierra inhóspita y pobre.

Esa franja nombrada como frontera-desierto, fue bautizada así por Enrique Llobregat, que fue director del Museo Arqueológico Provincial, por el escaso interés que las culturas históricas han tenido por esa zona y por ese motivo casi siempre fue frontera.

Arqueólogos preparando la escalada al Cantal

La Asociación española de Jóvenes Investigadores de Patrimonio Arqueológico (AJIPA), escogió Villajoyosa como su primer proyecto de investigación, y fue esa frontera-desierto la que investigaron por ser una parte desconocida del municipio.

Desde el 13 de octubre de 2013, hasta el 25 del mismo mes, los jóvenes de AJIPA, hicieron las prospecciones oportunas por la línea marcada como frontera-desierto, y así lo expusieron, día tras día, en la página web del proyecto (fronteradesierto.wixsite.com/fronteradesierto/frontera---desierto-en-directo)

En la página “Noticies”, editada por el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Villajoyosa el 9 de agosto del 2013, con el título “Proyecto Frontera-Desierto en Villajoyosa”, podemos informarnos muy bien de cómo es, y era, esa parte del sur-oeste de La Vila.

Nosotros siempre hemos visto y conocido esa zona, abandonada de cultivos y seca, y parece que desde hace milenios ha sido siempre muy parecido. Tierras muy deshabitadas que por ese motivo se les ha prestado, arqueológicamente, muy poca atención.

A pesar de todo eso, los jóvenes investigadores, encontraron cosas interesantes, aunque poco de lo que en principio se quería hacer se ha hecho. Y si alguna cosa se ha llevado a término, lo desconocemos. ¡Es una lástima! Por que seguro que más de una cosa interesante encontraron y algún medio de comunicación hizo alusión a ello.

Finalizadas las jornadas de exploración por parte de los expertos, el director de Vilamuseu me comentó, que tendríamos que averiguar lo que había en la cumbre del Cantal o La Mola, ya que los investigadores no habían podido acceder a esa rocosa elevación. Cabía la posibilidad de que la torre o castillo de La Mola, nombrado en los documentos del Pacto de Almizra entre Castilla y Aragón en el año 1244, estuviera en su loma.

El Cantal

Agustí Galiana, en “La Vila de Vilajoiosa. Fundació i notícies d’una pobla medieval”, editado por AEMaBa (Associació d’Estudis de la Marina Baixa), nos dice que la Mola, nombrada en el Llibre dels Feits, en el que se explica la frontera entre Castilla y Aragón, en los Fueros de Valencia, redactados en 1261, y en el testamento de Jaime I, en el que especificaba que el Reino de Valencia llegaba hasta Biar y la Mola, es el promontorio conocido durante siglos como el Cantal de la Mola y hoy denominado el Cantal. Es decir, la Mola y el Cantal son la misma cosa.

El reto me ilusionaba. Él sabía que mi hijo, también voluntario cultural del museo, es un apasionado del riesgo y dispone de material y elementos necesarios para esa posible aventura.

Dicho y hecho.

Nos puso en contacto con una de las jóvenes arqueólogas que realizaron el trabajo de inspección del territorio y quedamos para intentar la ascensión al Cantal. Esta gran mole de piedra está justo encima de la línea que separa los términos municipales de Orxeta y Villajoyosa.

El lunes, 4 de noviembre de 2013 por la tarde, quedamos en la Venta del Charco y allí nos juntamos cinco personas, dos de ellas arqueólogos.

Llegados al pie del Cantal, en su cara noreste, vimos que había una gruesa cuerda que alguien puso allí para poder escalar. Mi hijo Vicente fue el primero que se equipó debidamente e inició la ascensión para ver las posibilidades que los demás teníamos. En ese sitio, una gran grieta parte la roca y la cuerda estaba sujeta a un pequeño algarrobo nacido allí arriba. Cuando pudimos subir a esa pequeña parte del Cantal, avisé de que el día estaba llegando a su fin y pronto sería de noche, por lo que decidimos bajar inmediatamente.

Mi hijo Vicente, voluntario de USAR-13, escalando el Cantal

Aún tuvimos tiempo de dar un rodeo a la gran mole rocosa y llegar a su parte oeste, donde vimos una gran grieta por la que decidimos entrar. Llevábamos algunas linternas encendidas, era ascendiente y creo que llegamos hasta su final, pero con la oscuridad y la estrechez, decidimos salir de allí y volver en otra ocasión con la claridad del día. Aquí terminó esa jornada.

Pasaron algunos meses y cuando tuve ocasión, le recordé al director de Vilamuseu que deberíamos de volver a intentar la subida a la cima del Cantal. Asintió.

Lo comenté con mi hijo y decidimos ir el primero de mayo, fecha que estaba cercana, junto a nuestro amigo David, que también es aficionado a las escaladas y disponía del material necesario para ello.

Decidimos ir por el mismo lugar de la vez anterior, ya que parecía ser el único sitio por el que se podría acceder.

No fue fácil, porque llegados al algarrobo, la peña se separa en más de dos metros. No sé cómo lo hizo Vicente, pero cuando me di cuenta, estaba en la parte alta del Cantal.

David y Vicente en la cima del Cantal

Ató la cuerda que llevaba al troco de un pino y nos la lanzó para que nos la pasáramos por los arneses y poder ascender.

Así lo hicimos. Una vez arriba, me quedé impresionado. Es una gran llanura de piedra como un campo de fútbol.

Me puse a mirar detenidamente en cada paso que daba, fotografiando todo rincón y lugar. Impresionantes vistas de gran parte de la comarca, del mar y de una parte del Alacantí. Desde allí se controlan todos los caminos. Si en otros tiempos se querían vigilar los pasos importantes de la zona, como era el camino hacia Alicante, que pasaba por el que actualmente es la carretera de Aigües, el camino de la costa e incluso parte del camino de Villajoyosa a Alcoy (antiguo Camí del Peix), no existe ninguna duda de que ese es el mejor sitio para observar.

La cima del Cantal de la Mola

Aunque no encontré trocitos de cerámica, ni ningún resto de lo que podría haber sido una torre o una fortificación de piedra o de otros materiales sólidos, es muy probable que la torre o castillo de La Mola estuviera allí.

El castillo o torre, no tiene porqué ser como normalmente nos lo imaginamos, o tal como lo fueron otros. Por si mismo, el Cantal, ya es una torre o un castillo y además inexpugnable. Sólo le falta una cabaña o barraca.

Es lógico que en el lugar no encontrara trozos de cerámica ni otra clase de restos, ya que lo normal es que la basura y otras cosas inservibles, lo arrojaran desde lo alto.

Aunque no sabemos la forma, ni por dónde accederían las personas encargadas de estar allí para vigilar o para realizar otros trabajos, sí que parece que en ese lugar hubo gente y lo demuestran algunos puntos del altiplano en los que la roca parece tallada.

Uno de los lugares de la cima del Cantal que parece trabajado 

Seguramente como parte del abrigo para facilitar las estancias en las que se guardaban la comida y otras que servirían como habitaciones para resguardarse del sol, de la lluvia y otras inclemencias del tiempo.

También se puede observar una especie de hoyo o agujero excavado en el suelo rocoso, que podría almacenar el agua de la lluvia, aunque a alguien le pueda parecer que es a consecuencia de la erosión.

Agujero en la roca. Excavado o erosionado

Después de disfrutar de las preciosas vistas, mirando en todas las direcciones, bajamos de la enigmática mole de piedra, con la satisfacción de haber estado en un lugar histórico, contemplado por multitud de generaciones durante millones de años, pero que muy pocos pudieron poner sus pies en él.

Me siento un privilegiado.     

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martes, 8 de octubre de 2024

Desde el Tossalet (de Melasses) hasta la Cruz de Piedra. Un paseo en el tiempo.

Publicado en la revista de fiestas de San Miguel 2024 de Villajoyosa

Éramos un grupo de amigos que estábamos intentando coger unas “codoñetas” (membrillos pequeños) que colgaban del pequeño árbol que estaba junto a la acequia que transcurría (aún transcurre) entre el camino y los bancales de “La Moratona”, detrás del Tossalet yendo al Carratalà.

Era sábado y mi madre ya bajaba con su tinaja en la cabeza, llena de ropa recién lavada en la acequia de la “Parà Roja”, cerca de la casa de Pere Juan.

- “Ya vorem que feu ahí”. “Recorda que tens d’anar al de l’auela a fer-li el recao que t’he dit”. -Dijo mi madre dirigiéndose a mí-

- “Che, no me’n recordava” “Vaig en tu cap a casa”. -Le contesté-

Volviéndome hacia mis amigos les dije que ya nos veríamos más tarde en La Ermita para ir al cine.

Camino del Tossalet

Junto a mi madre, anduve el camino hacia nuestra casa. Al pasar frente a la casa de la tía Francisca “La Moratona”, vimos a su marido que estaba atando el ramal de su burreta en una argolla que colgaba junto a la puerta. ¡Buenas tardes! Le lanzó mi madre.  Inmediatamente le fue devuelto el saludo. La tía Francisca se ganaba unas pesetillas vendiendo vino y otras bebidas.

Unos metros más de camino y nos cruzamos con Chimo Malena, con su espuerta o capazo de esparto a las espaldas. “Chimo!, quan plou?” -Le dije- Esa era la pregunta que todos los niños le hacíamos cuando nos cruzábamos con Chimo. ¡Su respuesta siempre era la misma “Demà, demà”!. Chimet, como era conocido por su baja estatura, había sido el dueño del “cassinet”, pequeño local que utilizaba como bar y que se encontraba en la parte superior de la tienda de Bartolomé Galiana, conocido como Bartolo “Madrid”, en una de las esquinas “dels quatre camins”.

Seguimos avanzando. Llegamos a la altura de la vivienda de Visent y Marieta “el Ronsero”. Ese apodo era el del marido, pero a los dos los conocíamos como tal. “Chicaaaaa!” “D’on veniu els dos?” Marieta, tan risueña ella, nos saludaba casi chillando como siempre. –“No puc parar-me que tinc pressa” -respondió mi madre-. Y continuamos.

Casa del Tossalet donde vivía Marieta y Vicente "el Ronsero"

Pasamos junto a la casa de Pepe “l’Enganchat” y Angelita “la Caponeta”, cuyos hijos Antonio y Miguel eran del grupo de amigos. Angelita era hermana de Gaspar Arcadio “Arca”, un personaje vilero conocido, amante del deporte, practicaba el fútbol y el boxeo.

Poco después llegamos a la entrada de la casa de los Ponsoda. Una puerta de barras de hierro oxidado que no se podían cerrar debido al tiempo transcurrido desde que la instalaron daba entrada al patio. Junto a la puerta, un lidonero, del cual cogíamos sus frutos para tirarlos soplando en unos canutos de caña.

Allí vivían el matrimonio formado por el ti Miquel “el pedrapiquer” y la tía Rosa, junto a sus hijos Miguel y Francisco. Una hija llamada Rosa había fallecido pocos meses antes.

Unos pasos más abajo estaban los Gisbert. El ti Fidel, su mujer y sus hijos Pepita y Fidel. Pasando por el mismo patio de su casa se accedía a la vivienda de la familia del tío Batiste. El ti Fidel se encontraba en la esquina de su casa y a menos de diez metros, en su bancal, el ti Miquel Ponsoda escuchando la cháchara de Fidel sobre los adelantos de la humanidad que, decía, iban a mandar un cohete a la Luna ¡qué barbaridad! Pasamos entre los dos y mi madre los saludó con un “Com va?” “Bona vesprá”. “Hola chica!” -Respondió el ti Fidel-.

La higuera de Vicenta y Cosme "l'Enganchat"" y la casa donde yo vivía

Estábamos aproximándonos a casa, pero antes de llegar a la higuera de Cosme “l’Enganchat” y Vicenta “Polseguera”, “La Mingota”, sentada en la puerta de su casa, se dirigió a mi madre, “Chica, d’on veniu?”.

 “Mira, de llavar!” “Y tu, qué fas?”

Con voz lastimera y llorosa, como siempre, respondió “Ay, no puc fer res!” “Qué ganes tinc de morir-me!”. La señora, ya muy mayor, era hermana del ti Kiko Mingot, que vivía en el mismo bloque de la casa, pero en la parte posterior. Entre ellos no se hablaban. Vivía sola y tenía un gran defecto en uno de sus pies que le impedía caminar correctamente, casi se arrastraba para desplazarse.

Llegamos a la era del ti “Carlakis”. No le pongo cara porque no me acuerdo de él, vivía con su asistenta, la tía Francisca Soriano. Traté mucho a la tía Francisca, ya que vivíamos en el piso que estaba sobre su vivienda y, además, le comprábamos el vino y otras bebidas que ella vendía con el fin de sacarse unas pesetas para ir subsistiendo. Junto a la casa de la tía Francisca estaba la casa de Nazario y de su mujer, Pepita “la Mosca” y sus hijos, Mateo, Toni y Enriqueta.

En la parte posterior, entrando por la era, pegado a las escaleritas por las que entrábamos en mi casa, un pasadizo de apenas dos metros de ancho conducía al caserón de los Mingot. El ti Kiko, con su pipa pegada entre los labios, su esposa la tía Mariana y sus hijos Vicent, Mariana, “Gaitana” y Fina.

Antes del angosto caminito, frente a la puerta de mi casa, se encontraba Vicenta “Polseguera” sacando un cubo de agua de la cisterna que tenía delante de su puerta. “Chica, ya estàs ací?” “Prompte has acabat!” -Dijo dirigiéndose a mi madre-

“Duia poca roba!” -Contestó mi mamá-

El marido de Vicenta era Cosme “l’Enganchat” y debería de estar por el monte, ya que era el guarda del coto de caza. Sus hijas María y Rita se encontraban rondando por allí y Antonio era del grupo de mis amigos y se había quedado junto a los otros en el Tossalet.

Después de que mi madre me diera una rebanada de pan con adobo, me dijo que “enfilara” hacia la Ermita a casa de la abuela. 

La compañía de Cazadores desfilando junto al cine de la Ermita

Dándole buenos mordiscos al pan con adobo, cogí el camino y enseguida me topé con el ti Gaspar “l’Astral” que estaba atando su “macho” en una argolla de la pared de su casa. Era un hombre muy mayor que siempre iba encorvado hacia delante, tendría un problema de columna. Pasé por su lado sin que se diera cuenta, o por lo menos eso creo yo, ya que no nos saludamos. A su mujer, la tía Vicenta “la Vesa”, la vi entrando en el corral que tenían junto al bancal debajo de su casa. A su hijo, creo que se llamaba Gaspar, lo veía en muy pocas ocasiones, oí decir que vivía en Alicante. La hija, Vicenta, estaba pasando por muy malos momentos, hacía pocos meses que su prometido, con el que iba a casarse en fechas próximas, falleció en un accidente de moto. Él vivía en el Tossal de la Vella.

Unos pocos metros más abajo, estaba la palmereta, una majestuosa y alta palmera junto al camino y en la entrada a la casa del ti Juan “el Mallorquí” o “el dels caragols”, era conocido así por ser oriundo de Mallorca y porque compraba caracoles a cualquiera que se los llevara. Vivía con su mujer y su única hija, las dos se llamaban Meregilda (Hermenegilda).

Enfrente, la era de Cosme el fontanero y su hermano, el taxista “Bisleri”. Nosotros la conocíamos como la era de Llanos, ya que así se llamaba la mujer de Cosme (María de los Llanos) y su hija María.

Continuando hacia la Ermita, en la parte izquierda estaba la fábrica de chocolates Valor (estuvo allí hasta el año 1964). En su misma entrada y lindando con el camino, una gran balsa totalmente tapada con cubierta de obra, por su parte posterior o baja, daba nombre en ese justo lugar a lo que se llamaba “el Chorro Félix” (nunca he sabido porqué).

Pocos metros más abajo, el bancal de Vicent “l’estanc” (Vicente Adrover) separado de la acequia que transcurría junto al camino por una pequeña tapia de mampostería. Al punto intermedio de esa valla se le llamaba “la Figuereta”. Seguramente, ese nombre lo adquirió porque allí habría una higuera (personalmente no la he conocido o no me acuerdo).

Llegado al final del bancal de Vicent “l’estanc”, en la misma curva del camino, estaba el transformador (aún está la carcasa del pequeño edificio), llamado así por estar allí el transformador eléctrico que llevaba la electricidad hacia los pueblos del norte.

A punto de llegar a lo que siempre se ha conocido como La Ermita, en su parte derecha la casa del ti Michor y la tía Malena. En el mismo bloque, pero en la parte superior vivía “el Besó” con su mujer.

Después, la vivienda de Paca y Joaquín “el Pachell”.

La casa y la carnicería de María “Toni” (recuerdo a su padre, el ti Toni “Malena”, de su marido solo recuerdo su entierro y sus hijos Toni “Malena”, Gaspar, Gostí y Matilde.

La tienda de Pepa, su marido Bartolo “Madrid” (Bartolomé Galiana) y los hijos, Francisco (murió en un accidente de moto y recuerdo su entierro), Carlos y Beatriz. Frente a la tienda estaban los montones de gavillas hechas del ramaje de diferentes árboles, sobre todo de olivo, que se utilizaban en el horno de Betriu “el Forn”.

¡Ahí estaban “els quatre camins!, es decir, las cuatro esquinas que formaban la intersección de la carretera de Orcheta con la entrada al centro de la Ermita y el camino del Tossalet.

El tío Jaime el herrero con su familia en la herrería de la Ermita

En una esquina, “la llenya”. En la otra, la tienda de Pepa. En la tercera, la herrería del ti Jaume “el Ferrer”. Y en la última, la tienda y estanco de Vicent y Bartolo Adrover.

Seguiré por todo el flanco derecho de la calle más importante del barrio, la calle de Doña Rosa Grau, que fue esposa de Don Álvaro Esquerdo.

Después de la herrería del ti Jaume, estaba la casa y tienda de “la Birra”, María, su marido Francisco (era hermano de Pepa, la de la otra tienda) y sus dos hijas, Beatriz y Marisa.

Seguía la casa del ti Kiko “la Morena”.

La carnicería de los Mingot, siendo Vicent el que más presencia tenía en ella. Después pasó a manos de Fina, la hermana, y su marido, Vicent “el Perano”, del Carreret.

Encima de la carnicería vivían los “Cafrune”.

La familia del ti Jaume “el Ferrer”. Su mujer, la tía María y los hijos, Fulgencia, Vicent y Pepet.

Al final de la calle, “Els Macareus” con el padre el ti Marcos y sus hijos Marcos, Pepe, Toni y Vicenta.

Y la mansión de los madrileños, donde vivía la familia de Don Pedro “la Blanqueta”, su mujer Doña Agustina y sus hijos Pedro y Ángela.

La parte izquierda de la calle, como ya he mencionado, estaba la tienda, estanco y vivienda de los Adrover, con Vicent, su mujer Vicenta, sus hijas Matilde y Rita (posteriormente nacieron dos más) y el hermano de Vicent, Bartolo y la tía de ambos (nosotros la llamábamos la Bartola).

Seguía la vivienda de Vicent “el papero”. Allí mismo, con sus padres, elaboraban paños con sus máquinas tejedoras. El apodo de “el papero” le vino porque durante las fiestas de San Miguel solían poner un mostrador delante de su puerta y vendían las papas fritas que ellos mismos producían.

La imponente mansión donde nació al famoso doctor Don Álvaro Esquerdo. Allí vivían el matrimonio formado por Don Francisco y María y sus hijas María y Pepita, les de l’Hort.

En la misma edificación estaba la clínica y vivienda del Don Gaspar “el Mestre” (Don Gaspar Ortuño), practicante (ni un solo ermitaño dejó de pasar por allí) y su mujer la tía María. Junto a su clínica estaba la barbería, regentada por él mismo. Los barberos o peluqueros eran Gaspar (siempre con un consumido puro en su boca) y Miguelet, sobrino de Don Gaspar y practicante como él.

Casa y tienda de "la Pachella" en la Ermita

Ya estamos en el centro de la Ermita. En las escuelas vivían los maestros. La maestra de niñas era Doña Isabel y el maestro de los niños Don Jaime Tarrés. No podemos olvidar a Socorro, la sacristana, que vivía en la casa que forma parte del edificio de la iglesia.

 En esa zona estaba el cine, construido, creo, en el año 1961 o 62. Como he dicho al principio de este escrito, habíamos quedado la colla de amigos en vernos para ir a ver la película que esa noche se iba a proyectar (era sábado y el título “Fantomas”).

Estábamos en el mes de junio y como el local del bar del cine estaba lleno, Pepe Orozco, el propietario, dejaba que sacaran mesas y sillas al exterior con el fin de que pudieran jugar las partidas de brisca y de subastado. Recuerdo que en una de las mesas de brisca estaban las dos partes contrincantes en plena partida. Por un bando, Vicent “l’estanc”, que como cabeza del grupo jugaba con el ti “Perano” y mi padre (el Llarg). Por el otro, Marco “el Carreret” dirigía al ti Nazario “Enriqueta” y a Luís “el Mestre” (era maestro de obras). Era una delicia verlos hacerse señas y diciendo mentiras mientras se vigilaban de reojo unos a otros.

Entrada del cine de la Ermita

En la mesa de al lado se sentaban, el ti Michor “La Molinera”, su hermano el ti Semión, el ti Gaspar “el Soto” y el ti Colau. Se estaban jugando una mistela al cau. ¡De haber podido grabarse esas partidas, hoy no tendrían precio!

Continué camino al de mi abuela y después de pasar por delante de la casa del ti Pere “la Blanqueta” tuve que llegar a la puerta de la tienda de “la Pachella”. Vi que mi abuela estaba comprando y entré. Detrás del mostrador, la tía Teresa, que así se llamaba “la Pachella”, estaba anotando en un papel de estraza, el importe de la compra efectuada por mi yaya. Entonces era costumbre hacer la compra “de fiado”, los importes se anotaban en un papel o libreta y al final o principio de mes o semana, se solían liquidar las cuentas. Ni “la Pachella ni mi abuela sabían leer ni escribir, por lo que la tendera cogía un lápiz y en el papel realizaba redolines, si era un duro, redolín grande, si una peseta, redolín pequeño. Eso en dos papeles, uno se lo quedaba y otro lo entregaba al comprador.

En la parte interior de la tienda, en el lugar donde estaban los barriles del vino, estaba sentado Pere Juan, el de “la Parà Roja”, llevaba una especie de funda de cuero en un dedo, la impresión era que le faltaba y por eso lo disimulaba con lo que nosotros llamábamos “un ditó”. Todos los sábados por la tarde pasaba allí un buen rato degustando los vinos de “la Pachella”.

El tío Chimo con su burrita frente a su casa en la Ermita

Mientras mi abuela realizaba sus compras, me acerqué a un grupo de niños a los que evidentemente conocía, estaban sentados en el suelo junto a la barandilla que separaba la casa de Doña Àngela “la senyoreta” y la del ti Vicent Valor. Allí mismo pasamos un gran rato contando historietas.

Frente a la barandilla, en la parte opuesta de la gran plaza que formaba el centro del barrio, estaba el cine de los Orozco. Pero salvo el Carreret, que estaba (aún está) en la parte sur, esa zona era de bancales. Las casas se apiñaban unas con otras en la parte norte de la Ermita, y después de la barandilla estaba la casa del “Valencià”, la escuela de párvulos y la casa donde vivía el ti Pere “Ragineta”. El callejón y la era del “Puntero”. La casa del ti Colau y la tía María. Continuaba con mi abuela, Isabel “la Tronera”. Gaspar “Tanina” y su mujer Vicenta "Porteta". El ti Chimo con su mujer y sus hijos Carlos y María. Dejando a la derecha la calle Fabiola, continuaba la casa de la familia del ti Tomás “el Llebre”, y después la de la tía María y el ti Gaspar “el Tito”. Un poco más abajo, el callejón donde vivía Geroni “la Morena” y Santiago “el viudo” con su familia. Pasada la entrada del callejón, sigue estando, aunque en ruinas, la casa del ti Kiko “la Cola”, recuerdo que allí mismo encerraba su rebaño de cabras. Después, Severino, sus padres y tíos. Enfrente, la casa de Antonia “el Bal.le”, mujer de Miguelet “el Mestre” y la tienda de Tano. Continuando hacia la Creu de Pedra vivía el ti Pepe “el Tronero”, su mujer la tía Francisca “la Negreta” y sus hijos Isabel, María, Paca y Joanet (tuvo la desgracia de fallecer en un accidente de moto). Poco más abajo estaba el horno del Bal.le y la gran piedra o roca donde era costumbre despedir a los difuntos camino del cementerio. Frente a este lugar sigue estando la entrada a la casa o finca de “la Juanilla”. Finalmente, antes de llegar a los bancales de limoneros (actualmente es una explanada donde se instala, en fiestas de San Miguel, la plaza portátil para la suelta de vaquillas) vivían los Sotos, el ti Gaspar, la tía Enriqueta, y sus hijos Francisco, Mateo, Gaspar y Enriqueta.

Mi abuela Isabel y mi prima Veronique

Recordar a estas personas (no son todas), es volver a vivir los tiempos de la niñez. Es un paseo en la añoranza del tiempo pasado. 

¿Qué pasó con el recado para mi abuela? Ni lo sé ni me acuerdo.

Haber conocido a esos personajes es un premio a mi vivencia y una riqueza para mi espíritu.

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miércoles, 4 de septiembre de 2024

Atajadores y atalayas de la comarca de la Marina Baja. Los vigilantes de sus costas.

Mi anterior artículo publicado el pasado mes de agosto trató sobre los vigilantes de la costa de Villajoyosa en el siglo XVII, en él digo que, el veedor general de la costa del Reino de Valencia pasó revista a la compañía de caballos con sede en la Vila y que se abonaron sus salarios. http://www.lavilaycomarca.com/2024/08/vigilantes-de-la-costa-de-villajoyosa.html Los datos personales de los atajadores vileros y sus caballos, con su capitán, alférez y trompeta son los siguientes:

Certificación del pase de revista a los soldados de la costa de Villajoyosa. Año 1618

C         Capitán. Don Galcerán de Castelví, sirve de capitán de caballos en el alojamiento de Villajoyosa, con su lanza, adarga y caballo de pelo bayo, cabos negros (patas, morro y crines del caballo o la yegua), estrella en la frente. Por patente (título o licencia) de la junta de tiempo atrás, y hoy lo está continuando.

               Se le hace buena su plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

                Gana cada mes de sueldo, veintisiete libras -------------------- 27 libras.

              AlférezJoan Buforn, sirve de alférez de esta compañía, de la que es capitán Don Galcerán de Castelví, desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su estandarte y su caballo castaño, con los dos pies y la mano derecha blancos.

Se le hace buena su plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

Gana cada mes de sueldo, seis libras quince sueldos ------ 6 libras 15 sueldos.

            Trompeta. Jaques Artigras, hijo de Pedro, natural de Gascuña, de 20 años. Tuerto de piernas. Sirve de trompeta de esta compañía, que está alojada en dicha villa de Villajoyosa, desde el primero de septiembre de 1618, con su trompeta y caballo de pelo castaño.

                Se le hace buena su plaza desde dicho día.

Gana cada mes de sueldo, seis libras quince sueldos ------ 6 libras 15 sueldos.

Se fue a Valencia, según consta por reconocimiento de muchos soldados y del bastimentero (abastecedor), el primero de febrero de 1619. 

 Soldados

 Antonio Lorca, hijo del mismo (Antonio), natural de Villajoyosa, de 25 años, pequeño, moreno. Sirve de soldado de la compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo de pelo rucio blanco.

Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

               Damián Linares, hijo de Jusepe, natural de Villajoyosa, de 30 años, mediano, con lunares blancos en la cabeza cerca de la frente. Sirve de soldado de la compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo de pelo castaño oscuro, el pie izquierdo blanco, estrella pequeña en la frente.

Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

Soldado de la costa Damián Linares. Año 1618

-----         Jaime Loret, hijo de Miguel, natural de Villajoyosa, de 37 años, bajo de cuerpo (estatura), con un lunar en el pescuezo en la parte izquierda. Sirve de soldado de la compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo de pelo rucio mosqueado de negro.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

              Melchor Lloret, hijo de Gaspar, natural de Villajoyosa, de 40 años, mediano, señal encima de la frente en el nacimiento del cabello. Sirve de soldado de la compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo castaño claro, estrella en la frente.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

                  Pasó a servir de atajador en el partido de Villajoyosa el 8 de noviembre de 1618.

              Vicente Lorca “Morello”, hijo del mismo, natural de Villajoyosa, de 30 años, mediano, barbicastaño. Sirve de soldado con su lanza, adarga y caballo de pelo castaño oscuro, lista (línea, raya) blanca en la frente, vive con él.

                En dicha compañía desde el 9 de noviembre de 1618 en adelante.

              Bartolomé Pasqual, hijo del mismo, natural de Alcoy, de 40 años, mediano, con una señal grande en la cabeza en la parte izquierda cerca de la frente. Sirve de soldado de la compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo castaño oscuro, estrella en la frente, el pie y la mano izquierda blancos.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día. 

Soldado de la costa Bartolomé Pasqual, natural de Alcoy. Año 1618

             Francisco Orts, hijo de Tomás, natural de Villajoyosa, de 55 años, mediano de cuerpo, señal grande en la calva. Sirve de soldado en dicha compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo de pelo rucio mosqueado.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

              Esteban Lloret, hijo de Pedro, natural de Villajoyosa, de 50 años, alto, moreno, barbimezclado. Sirve de soldado en dicha compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo de pelo alazán, lista en la frente, vive con él.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

               Gaspar Linares, hijo de Melchor, natural de Villajoyosa, de 47 años, alto de cuerpo, señal pequeña en medio de la frente. Sirve de soldado en dicha compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continuando con su lanza, adarga y caballo de pelo castaño oscuro, pelos blancos en medio de la frente, el pie y la mano de cabalgar blanco.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

            Francisco Lorca, hijo de Pascual, natural de Villajoyosa, de 40 años, alto, señal de herida en medio de la frente. Sirve de soldado en dicha compañía desde tiempo atrás, y hoy lo está continando con su lanza, adarga y caballo de pelo rucio blanco.

                Se le hace buena la plaza en esta lista desde el primero de septiembre de 1618 en adelante hasta el cual día.

                  Todos los soldados tenían un sueldo mensual de cinco libras y media.

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Torre del Aguiló

Tal como se dice en la publicación anterior del mes de agosto, el distrito de Villajoyosa abarcaba desde el Mascarat en Altea hasta el Barranco de Aguas, que actualmente es término municipal de El Campello, pero en esa época formaba el linde municipal entre Alicante y Villajoyosa.

Los pueblos que conformaban (aún conforman) la comarca de la Marina Baja y otros limítrofes, contribuían a la vigilancia de sus costas y cada uno tenía asignada el lugar donde sus atajadores debían vigilar.

                Benissa.   Tenía la obligación de enviar dos soldados a la torre de la Galera en Altea.

             Tárbena, Castell de Castells y Callosa. Tenían que enviar cinco hombres al castillo de Cap Negret.

                El Valle de Guadalest. Doce hombres al castillo de Altea.

                El lugar de La Nucía. Dos hombres a la torre Bombarda.

               Polop. Tres hombres a la torre de les Escaletes y siete al castillo de Benidorm.

            Finestrat. Entre la torre del Aguiló y Villajoyosa existe un sitio llamado el Estufador (no sé exactamente dónde podría estar, aunque por la orografía de esa parte de la costa, podría ser el actual Racó Conill), donde podría esconderse una fragata, por lo que esta villa tenía obligación de poner dos hombres en esa torre.

              Villajoyosa. Tenía la obligación de poner dos hombres en la torre del Aguiló y otros dos en la punta del río Torres, que es a poniente del sitio del Estufador.

                Relleu. Enviará dos guardias a la torre del Charco.

                Orcheta.  Dos hombres al Bol Nou o a la Mallaeta.

Torre del Charco

Fuentes:

 1-Vilamuseu.

2-Relaciones geográficas, topográficas e históricas del Reino de Valencia. Volumen II. Generalitat Valenciana. Consell Valencià de Cultura.

 

miércoles, 7 de agosto de 2024

Vigilantes de la costa de Villajoyosa en el siglo XVII. Los atajadores o compañía de caballos de la costa.

 Debido a los constantes ataques y desembarcos de los moros en las costas del Reino de Valencia, en el año 1552 el virrey redactó un documento con las ordenanzas para la Guardia Marítima de este Reino, que era la institución para la defensa de la costa. En 1576 fueron completadas para las compañías de caballos de la costa, que era una fuerza de intervención inmediata.

En sitios estratégicos se construyeron atalayas, comúnmente en lugares altos, que eran unas torres desde las cuales se vigilaba el campo o el mar y se daba aviso cuando el momento lo requería.

Los hombres que realizaban en las torres la vigilancia diurna eran los atalayas y la nocturna los escoltas.

Como complemento a los atalayas, estaban las compañías de caballos de la costa, formadas por los atajadores y sus caballos. A partir del año 1560 estas compañías quedaron organizadas en cinco en todo el litoral del Reino de Valencia. Una de ellas se alojaba en Villajoyosa.

Casco antiguo amurallado de Villajoyosa. Archivo Gráfico Vilamuseu

Los atajadores eran vigilantes móviles, exploraban los caminos, la costa y los lugares recónditos cerca del mar. Cada uno contaba obligatoriamente con un caballo. Estaban adscritos a una torre con la misión de recorrer su sector. Iniciaban la ronda y regresaban a su torre, caso de estar todo en calma, se levantaba la señal de seguro en lo alto de la torre, lo que informaba a pescadores, labradores y barcos, que podían faenar sin riesgo de ser capturados. Si se detectaba peligro, el atajador partía desde la torre o lugar de vigilancia hasta la población para dar aviso a las autoridades y a la gente del lugar.

Torre del Aguilò.  Foto de Vigias del Mediterraneo. Fotos-H-3

Durante los siglos XVI y XVII a consecuencia de los numerosos ataques berberiscos, se fortificó el casco urbano de Villajoyosa, además de su término municipal, con un sistema de torres de huerta construidas en sus campos y unas torres vigías o atalayas en su costa.

Villajoyosa era capital de Requerimiento y su distrito abarcaba toda la costa de la comarca, desde el Mascarat en el término de Altea hasta el Barranco de Aguas, hoy término de El Campello, pero en ese tiempo frontera de Villajoyosa con el municipio de Alicante. Todo ello se controlaba desde el castillo de Villajoyosa, que se encontraba en el interior de las murallas en su esquina sur.

Relación de soldados de la costa de Villajoyosa en el año 1618

En el año 1626, la compañía de Villajoyosa tenía enormes problemas económicos para su mantenimiento. Hasta cuatro traslados a San Juan se produjeron durante la primera mitad del siglo XVII, pero siendo reclamada por la población vilera regresaron a esta localidad.

Los efectivos de cada compañía eran 18 soldados, sin incluir al capitán, al alférez y al trompeta.

El 21 de noviembre de 1618, el Veedor General Don Francisco Carroz de Vilaragut, conde de Sirat, que era el jefe de toda la costa del Reino, se presentó en Villajoyosa para pasar revista a su compañía de caballos, así como para abonar los salarios atrasados que se debían, pero solo pudo hallar en la villa al capitán, al alférez, al trompeta y a diez de los soldados.

El capitán de los atajadores de Villajoyosa entre los años 1618  y 1629

En el mismo documento firmado por el veedor general, existen unas notas en las que dicen que se pagaron las nóminas de esta compañía desde el año 1646 hasta 1648.

En otro documento de fecha 29 de agosto del año 1653, el Justicia en lo civil y criminal de Villajoyosa, a requerimiento de dos vecinos de la villa, se presentó en la casa de Jaime Lorca para realizar el embargo de sus bienes por impago.

El notario que acompañaba al Justicia, entre otras cosas redactó lo siguiente: “…accedimos a las casas del dicho Jaime Lorca de Jaime para hacer ejecución y sentencia de lo dicho a Jaime Lorca, que es soldado de a caballo y que es del fuero y jurisdicción de la capitanía general, por lo que dicho Justicia no podía tocar dichos bienes y que, si pretendían algo contra él, que acudieran a la capitanía general que era el juez de éste”.

Los militares y los eclesiásticos tenían un fuero especial y no podían ser detenidos ni juzgados por la justicia ordinaria. Pero eso es otra cosa. Este documento nos dice que en 1653 Villajoyosa seguía teniendo atajadores.

Un soldado de caballería de Villajoyosa en el año 1653.

Una de las fuentes: “Conquistar el miedo, dominar la costa”. Arqueología de las defensas del resguardo de la costa en la Provincia de Alicante (SS. XIII-XVI). José Luís Menéndez Fueyo. MARQ. Museo Arqueológico de Alicante. Serie Mayor, nº 12.

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