lunes, 23 de febrero de 2015

El patrimonio intangible e inmaterial de los pueblos. “Los domingos de Relleu, años 50” 2ª parte


El patrimonio intangible e inmaterial de los pueblos
       
          En la primera parte de este artículo se explica la importancia de conocer y guardar la memoria histórica como patrimonio inmaterial de los pueblos de nuestra comarca tal como son los relatos de sus gentes y comencé con una de las historias que el relleuero Hernando Seguí narra sobre algunos de sus recuerdos sobre la vida dominical en los años 50 del pasado siglo en su pueblo. Relleu.
        Sigue esa narración con el relato de otra vivencia en el Cine Buenos Aires.

Edificio del cine Buenos Aires de Relleu en la actualidad


“Los domingos de Relleu, años 50”
2ª parte 

       A la salida del cine, mi madre se reunía con su amiga María el Curro, aún recuerdo  un abriguito de piel de conejo que me ponían en invierno, porque Luisito el hijo de María llevaba el mismo. El cine tenía tres niveles; el patio de butacas que llamaban ”platea”, el “palco” que estaba en el piso superior, y al fondo del palco estaba el “gallinero”, que era una especie de tarima con cinco o seis bancadas que más bien parecían una escalinata donde se amontonaban los “maseros”. María el Curro se instalaba en la platea, pero allí mi madre no  podía dominarme, teníamos que ir al palco y nos poníamos en la primera fila justo delante de la balaustrada donde teníamos siempre el sitio reservado por un pacto mudo entre vecinos. Allí estábamos todos los domingos y fiestas de guardar, mis padres y mis dos tías más jóvenes, Paz y Tonica. Mis padres ocupaban las dos butacas del centro y mis tías, una a cada lado de la pareja. Apoyaban los pies sobre el paredón de la balaustrada para que yo no pudiera escapar,  improvisando así una especie de parque en el interior del cual hacía mis diabluras.



           Cuando ya me veía cansado, mi madre me sentaba en la barandilla de cara a la pantalla. Exceptuando algún episodio como el que he contado al principio, los espectadores permanecían atentos a la película y solo se oía algún comentario durante la proyección del  NO.DO y una explosión de júbilo cuando en el reportaje marcaba el Real Madrid con prolongados alaridos de “goooooool” como si alguno acabara de salvar la vida y eso que la jugada que aclamaban debía haberse producido un año antes como poco.Los de la platea se habían acostumbrado a que me manifestara dejando caer una botita o a veces las dos, el caso se resolvía con rapidez, avisaban a mi madre, “Elisaaaaa” y mandaban las botitas otra vez para arriba. Pero se ve que ya de pequeño no sabía resistir a la tentación de innovar y como en alguna otra ocasión a lo largo de mi vida, ello llegó a cambiarme la vida.

           Debió picarme la curiosidad  por saber cómo reaccionaría la gente si les hacia pis encima y no perdí mucho tiempo dudando. Desde la platea llegó la voz  extrañada de una joven haciendo un comentario, seguramente preguntando lo que estaba ocurriendo al percatarse que el chorrito era continuo, enseguida comprendió. Salió disparada sin dejar tiempo a que los que le obstruían el paso retractaran las rodillas; como no daba explicaciones, los que habían sido atropellados y los que iban a serlo se levantaron y emprendieron la huida. Empezaron los gritos propios de las chiquillas, a los que siguieron los chillidos alarmados que procedían prácticamente de todas partes. La totalidad de los espectadores buscaba atropelladamente la salida. Se abrieron tres puertas de gran tamaño que daban a la terraza que estaba al aire libre y la platea quedó vacía.  Lo mismo ocurrió con el palco y el gallinero. Finalmente solo quedamos en el interior del cine mis padres, mis tías y yo. 

Vestíbulo del cine. httpabandonalia.blogspot.com.es201109cine-de-pueblo abandonado.html


Mi madre lloraba, yo también porque me había hecho daño con las uñas al meterme apresuradamente el pitito en el calzoncillo. Mi padre echaba pestes con los dientes apretados, no podía entender lo que decía pero llegó a inquietarme. Habían parado la proyección y como todas las luces estaban encendidas se veía como a pleno sol. Mis tías perdían la respiración presas de una risa no exenta de nervios y la gente que nos observaba desde fuera  iban haciéndose cargo de los acontecimientos. Sabedores de lo ocurrido, el público regresó relajado a sus butacas. En mi pueblo la gente es aficionada a la épica, a los críos ñoños que  escapan  lo justo a la autoridad de la madre los llaman moscas cojoneras, pero los que la lían parda son considerados como sujetos prometedores y se ganan las simpatías. La gente me sonreía e intercambiaba bromas con mi madre, hasta que vi llegar a  “El Carajo” que se abría paso hacia nosotros, parecía que venía nadando. Dominó su enfado para hablar con mis padres; recuerdo a mi madre excusándose con una voz llorosa.  _” ¡Ay! Gregorio qué compromiso”. Luego oí que el dueño del cine decía  _”Mientras lo tengas así de asilvestrado, mejor será que lo dejes en casa”



Aquel fue el último domingo que estuve en el cine antes de que emigráramos a Argelia. La película que habían proyectado se titulaba “El camarada”. Lo sé porque para mi amigo Visent el  Garrut que tiene 9 años más que yo, aquella película iba a ser inolvidable, ¡era la primera vez que iba al cine!

                                             Día de mercado en la plaza de Relleu

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