lunes, 5 de mayo de 2025

Doña Amparo y el San Pancracio del escritor Cristóbal Zaragoza.

En el mes de diciembre del año 2012, como voluntario de Vilamuseu acompañé a la técnica museográfica María Jesús Molina a la residencia de la viuda del escritor vilero Cristóbal Zaragoza Sellés en la localidad de Orba para recoger los libros y revistas que formaban su biblioteca y éste había donado al ayuntamiento de Villajoyosa, su ciudad natal.

En la casa de la calle San Vicente de Orba nos recibió Doña Amparo Martínez Zaragoza, la viuda. Junto a la puerta en la parte interior de la vivienda, me llamó la atención unos azulejos pegados en la pared con el texto de unos versos firmados por Pascual Giner en el verano de 1995, regalados por este poeta de Benissa y residente en Valencia al escritor en reconocimiento de su amistad y cuyo título de la poesía era “El día que conocí a Cristóbal Zaragoza”.

Mosaico a la entrada de la casa de Cristóbal Zaragoza en Orba

Doña Amparo nos acompañó hasta la biblioteca que estaba en la buhardilla de la casa. La estancia era acogedora y tenía una puerta de salida a la gran terraza desde la que se divisaba el maravilloso paisaje de las sierras de la Carrasca, el Cavall o Migdia. Cristóbal Zaragoza llamaba a esa buhardilla “el Colomer” (el Palomar).  Un cuadro con la fotografía de Niceto Alcalá Zamora, presidente de la Segunda República Española entre los años 1931 y 1936 destacaba entre las estanterías de libros. Sabido es que el escritor era antifranquista y republicano.

En la biblioteca de Cristóbal Zaragoza en Orba. Diciembre 2012

Después de ojear todo lo que allí había y decirnos Doña Amparo qué era lo que podíamos llevarnos, mi compañera María Jesús con la cámara de fotos en la mano le dijo si podía fotografiarla. Inmediatamente la anfitriona puso sus manos por delante y moviéndolas de un lado a otro exclamó: “No, no, no quiero que me hagas ninguna foto”.  Yo no quería perder la oportunidad de tener una fotografía junto a esa persona que no conocía pero que desde el primer momento que la vi me causó simpatía y sobre todo la consideraba importante e interesante.

“Doña Amparo -le dije- yo solo soy un voluntario que he venido para ayudar y personalmente me gustaría tener una foto junto a usted. Le prometo que esa foto no la verá nadie mientras Vd. viva”.

Se me quedó mirando y dijo: “Con usted si me la hago”.

Esa fotografía junto a Doña Amparo en la biblioteca de Cristóbal Zaragoza en el pueblo de Orba es la que acompaña este relato.

San Pancracio en la estantería de la biblioteca de Cristóbal Zaragoza en Orba.

Dos veces más fui a esa casa para trasladar hasta el museo de Villajoyosa lo donado por el escritor y después de eso ya no supe de Doña Amparo hasta que mi amigo el investigador vilero Vicente Márquez Galvañ, comentando con él sobre el contenido de este escrito, me dijo que había fallecido y que estuvo interna en una residencia de la tercera edad.

Me trasladé a la residencia y allí me confirmaron que Doña Amparo Martínez Zaragoza estuvo interna en la Residencia de ancianos la Llar de Castells en la calle Mayor nº 23 de la localidad de Castell de Castells, desde el día 2 de febrero del 2014 hasta el de su fallecimiento ocurrido el 23 de enero del 2018.

Residencia de ancianos en Castell de Castells, lugar donde falleció Doña Amparo.

Después de que María Jesús tomase la fotografía, nos pusimos a empaquetar libros y revistas al mismo tiempo que bajábamos las cajas embaladas hasta la furgoneta del museo de Villajoyosa. En un momento me di cuenta que junto a los libros de una de las estanterías estaba la figura de un santo.

“Doña Amparo ¿y este santo?” -dije. A lo que contestó: “Es San Pancracio” “Mi marido quiso tenerlo aquí porque cuando lo miraba se acordaba de Villajoyosa” “Si lo quiere se lo puede llevar”. No desaproveché su ofrecimiento y San Pancracio se vino a mi casa y ahí sigue.

Pasaron los años. Un día, la mirada se me fue hasta la figura del santo y de repente me vino a la mente una reflexión, ¿por qué tendría Cristóbal Zaragoza la figura de un santo? Si era totalmente ateo, o quizás agnóstico. No sé, lo que sí es seguro es que era irreligioso.

El San Pancracio de Cristóbal Zaragoza

Él vivió durante mucho tiempo en el casco antiguo de Villajoyosa cuando ejerció de profesor en la academia de enseñanza media que creó. En ese centro histórico se celebra todos los años la festividad de San Pancracio, al que se le solicita salud y trabajo.

Era un hombre del pueblo y no solamente respetaba, sino que también acogía sus tradiciones y costumbres. En su estudio quiso tener algo que le recordara a su amado pueblo y eligió esa pequeña imagen de San Pancracio y aunque no creyente, en silencio y desde su interior, levantando la mirada, rogaba por la salud y el trabajo, dos de los bienes que más apreciaba, evocando al mismo tiempo a los amigos y conocidos del histórico barrio de Villajoyosa.

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